El año que se nos echa encima, tan cargado de incertidumbres, tiene, al menos, el consuelo, según el horóscopo chino, de estar identificado con la figura y las características del Buey. Y no es que se trate de estar condenados todo el año a tirar de una carreta sino de estar alumbrados por alguna de sus cualidades. Así, se le identifica con la tenacidad, la constancia en el trabajo, la determinación y, también, la nobleza.

No en balde, cuando la tradición cristiana quiso simbolizar que el Hijo de Dios venía a este mundo para traer la paz, puso a su lado en el pesebre a un buey, entre otros objetos y seres vivos que representaban sus virtudes.

Cualquiera que sea la tradición a la que nos queramos acoger, lo cierto es que tras los días de alegría cristiana con que celebramos la Navidad, ahí estará la incógnita del nuevo año y los funestos presagios que lo acompañan.

Quizás por ello, he querido escribir esta columna con un símbolo que, si bien no nos librará del mal común de la crisis, al menos reforzará la confianza en el trabajo propio y nos invitará a no desfallecer.

Para el tenaz y laborioso, virtudes del Buey chino, la crisis económica lo será menos, pues todo su afán no lo deja en manos del Estado. Persevera el que tiene confianza en sí mismo y en ello encuentra su mejor aliado.

Disfrutemos de estos días de paz. Construyamos nuestra felicidad con el gozo de dar a los otros lo mejor de nosotros.

Apartemos de nosotros la envidia, la mentira, la hostilidad y la calumnia. Entremos al Nuevo Año despojados de sentimientos negativos y preparémonos para la constancia en nuestra actividad. No permitamos que el clima generalizado de pesadumbre y desánimo haga mella en nosotros.

Como el Buey, de manera tranquila y constante, enfrentemos esta nueva etapa de nuestra existencia, seguro de que nosotros hallaremos la fuerzas para vencer, incluso en las circunstancias más desfavorables.