Una parte del Gordo de Navidad acaba de caer sobre Allariz, en lo que tal vez constituya el adelanto de futuras transferencias del Estado a Galicia. Casualidad o no, Allariz es el municipio que sirvió de catapulta al actual vicepresidente del Gobierno gallego, Anxo Quintana: y bien podría ocurrir que dentro del paquete de traspasos negociado por el líder nacionalista a cambio de su apoyo a los Presupuestos del Estado figurase este pellizco de lotería. Cosas más raras se han visto.

Se objetará tal vez que la lotería es un juego de azar cuya manipulación no está siquiera al alcance del Gobierno, por muy amplios que sean sus poderes. Eso sugiere la lógica, pero no resulta menos verdad que la organización de los sorteos corresponde en exclusiva al Estado, que además del Gordo de Navidad monopoliza también la Primitiva, la Bonoloto, las quinielas y todos los restantes juegos del Gran Casino de España. Los aficionados a las teorías de la conspiración encontrarán sin duda en ese detalle un argumento sobre el que sustentar la hipótesis de que el Gobierno -siempre intrusivo- mece también a su conveniencia el bombo de la lotería.

Abogaría a favor de esta conjetura una ley no escrita por la que el Gordo solía beneficiar antiguamente a aquellos territorios damnificados por las inundaciones, los temporales, los incendios o cualquier otro desastre. Bastaba que se produjesen, un suponer, graves inundaciones en Valencia para que la lotería navideña dejase caer ese año toda su cornucopia de millones sobre tierras levantinas, del mismo modo que anteriormente había sucedido en Cataluña y otros lugares de la Península.

Tanto se repitió durante años esa curiosa vinculación entre desastres y premios que algunas gentes atacadas de suspicacia llegaron a maliciarse que el Gobierno manipulaba el bombo a su antojo para hacer de la lotería una especie de Fondo de Compensación Interterritorial basado en el azar.

Infelizmente, la regla se quebró con ocasión de la marea negra del "Prestige", hace ahora seis años. Los supersticiosos de toda España abrumaron con sus peticiones de décimos a las administraciones de lotería de Galicia en general y de la Costa da Morte en particular, bajo la creencia de que una tan grande calamidad como la que aquí se produjo entonces habría de ser compensada -como de costumbre- por el Gordo de Navidad. Pero no. Los miles de millones de pesetas que el reflujo del chapapote debiera haber dejado en las playas de este reino se redujeron, al igual que el famoso "Plan Galicia", a un par de pedreas y poco más.

De este modo quedó descartada la vieja teoría conspirativa según la cual el Ministerio de Hacienda -organizador de la rifa- tiene la facultad de influir sobre el giro de los bombos para premiar a aquellos reinos autónomos necesitados de inversión tras alguna catástrofe. Por si quedasen dudas, la lluvia millonaria de euros ha caído en esta Navidad sobre Soria, hermoso lugar donde -salvo el habitual frío- no hay noticia de que se produjera percance alguno en el año que ahora agoniza.

Los que pese a todo siguen abonados a las diversas teorías de la conspiración, pueden agarrarse todavía al detalle -sin duda sospechoso- de que la única porción del Gordo caída en Galicia lo haya hecho precisamente en Allariz, el bastión electoral del vicepresidente de la Xunta. No en vano Anxo Quintana es el encargado de negociar el traspaso de los poderes que el Estado tiene pendientes de cesión a Galicia, entre los que figuran algunos tan importantes como el control del tráfico en las carreteras o el Salvamento Marítimo en las costas.

A medida que se dilata la llegada de esas improbables transferencias, el Gobierno bien podría haber recurrido a la vía extrapresupuestaria del Gordo para aplacar la impaciencia de los gallegos. Hay explicaciones más racionales, pero ya se sabe que este es un país de fábula. Y por fabular, que no quede.

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