Así pues, visto lo visto y -sobre todo- leído el escrito que suscribe personal de Sogama, no sólo tiene sentido la petición de su presidente para comparecer ante el Parlamento, sino que debiera atenderse lo antes posible, a pesar de que la Cámara esté ya más bien de corpore insepulto. Y no sólo habría de atenderse por el bien público, que tal condición tiene -aun con parte de capital privado- la Sociedade Galega de Medio Ambiente, sino por el honor de las personas, al que todos tienen derecho.

Conste que las acusaciones que se firman contra la dirección de la empresa resultan, por el momento concreto de su publicación, pelín sospechosas de oportunismo al coincidir con vísperas electorales. Y como existen precedentes más que sobrados -el arsenal de ejemplos protagonizados por los grandes partidos en anteriores ocasiones, remotas o recientes, tiene de todo- para alentar la sospecha de que la intención de los denunciantes no haya sido sólo la de procurar que los asuntos estén claros, la explicación y la comparecencia son, como queda expuesto, útiles por no decir también imprescindibles.

Dicho todo ello, y añadido que la petición formulada por el presidente de Sogama es significativa -quien no está seguro de su proceder no se mete en la boca del lobo parlamentario, con perdón- hay otros aspectos del problema que no son de recibo. Primero, la airada reacción del solicitante, acusando a sus acusadores, valga la redundancia, del propio escándalo, si es que ha de llamársele así. Segundo, la del PSOE, imputando a la oposición intenciones ocultas e incluso enchufando el ventilador para airear casos que proclaman ahora parecidos pero sobre los que antes no habían dicho una palabra. Otra rara casualidad.

Con las cosas como están, procede añadir un par de argumentos. Uno, para recordar que la oposición tiene el papel que tiene, que es controlar, denunciar y exigir explicaciones, aunque algunas veces la tarea rebose electoralismo. Otra, que el Gobierno ha de cumplir su parte, que es aclarar al máximo posible los asuntos que puedan aparecer oscuros, incluyendo la basura; y después replicar a sus adversarios con energía, incluso aunque a veces eso aparente también de un oportunismo flagrante y en bastantes ocasiones deje incógnitas en el aire.

Todo eso gustará más o menos, pero forma parte del ceremonial de lo que unos y otros llaman política y sobre todo de lo que practican como tal. Y la culpa es sólo suya.

¿O no...?