En la ciudad donde resido, hubo un cierto revuelo al descubrirse que propietarios de viviendas de una zona de chalets próxima a la Universidad habían construido ilegalmente unos apartamentos que alquilaban a estudiantes por un precio que, al parecer, tampoco declaraban a Hacienda. La existencia de esos habitáculos era un secreto a voces entre la comunidad universitaria, pero las autoridades, como es habitual, se hicieron las sorprendidas antes de dar curso a los preceptivos expedientes sancionadores. El escandalillo rodó unos días por los periódicos y los lectores pudimos enterarnos con todo lujo de detalles de las características de esos apartamentos clandestinos ya que nos ofrecieron abundante material gráfico de los mismos, incluidos unos planos. En su mayoría, no pasaban de ser una habitación con baño, pero los había más amplios y casi lujosos si los comparamos con aquellos mini-pisos que quiso promocionar la señora Trujillo, cuando fue ministra de la Vivienda del primer gobierno de Zapatero. No obstante, en algún medio se utilizó la expresión "infra-viviendas" para referirse a ellos, la ocurrencia hizo fortuna, y ya todo el mundo los llamó de esa forma como si en vez de hablar de los aledaños de un campus universitario europeo estuviésemos hablando de las proximidades de una ´favela´ en un barrio marginal de Rio de Janeiro Fuera del hecho lamentable de que, en una zona calificada como residencial, se construyan y se alquilen ilegalmente unos apartamentos para estudiantes, sin que las autoridades se den por enteradas, el caso no puede asustar a nadie que conozca las condiciones en que viven una buena parte de los universitarios españoles. En la tertulia del café a la que acudo de cuando en cuando, hay varios antiguos "troyanos" a quienes la expresión "infra-viviendas" les provoca risa y ternura, a partes iguales. Todos ellos, cuando estudiaban en Santiago, en Oviedo, en Salamanca o en Madrid recuerdan haber vivido en pensiones lamentables, o en pisos inhóspitos y destartalados en los que disponer de un cuarto de baño con ducha era una casualidad afortunada. Y ya no digamos de la existencia de calefacción. En una pensión madrileña donde yo fui a parar (una noche solo) con otros colegas recuerdo que desperté de madrugada, encendí la luz , y vi huir a la carrera a un ejército de cucarachas. Me puse en pie de un salto, me vestí y me fui. Aquello, como dejó escrito Torres Villarroel, "más parecía garita de ladrón que aposento de estudiante". En los últimos años se han creado en España muchas nuevas universidades, pero la dotación de servicios de transporte y alojamiento para la comunidad estudiantil no ha sido bien planificada, y se dan casos como el que comento. Entre otras cosas, porque muchos ayuntamientos estuvieron más interesados en propiciar la especulación inmobiliaria. Y, sin embargo, la solución es bien conocida desde antiguo. El rey Alfonso X el Sabio decía que "los estudios debían de estar en villas con buen aire y hermosos entornos para que maestros y alumnos vivan sanamente". Además, recomendaba que "hubiera abundancia de pan y de vino y posadas buenas en que alojarse". En otras palabras, que era partidario de que los estudiantes disfrutasen de un "botellón" de calidad y viviesen confortablemente.