De modo que, comprobado -porque eso es lo que se deduce del discurso del propio don Emilio- que el PSdeG-PSOE apostará, cara a las próximas elecciones, por lo que entiende su valor más seguro, que es el perfil moderado del actual presidente, quizá no estén de más un par de reflexiones. La primera para subrayar que, en efecto, la templanza es lo que en este momento más conviene al país. La segunda, con todo respeto, para recordar que esa virtud no sólo hay que predicarla, sino también practicarla.

La cuestión es cómo, naturalmente. Algunos observadores creen que el mejor modo es situarse au dessus de la melée y ejercer una especie de arbitraje, sobre todo cuando lo que hay es un Gobierno de coalición en el que chirrían demasiadas cosas, algo que ha parecido escoger el señor presidente en los momentos más delicados de la legislatura, con sus aliados cuando pareció que se acercaba a una reforma del Estatuto con el PP, e incluso con los suyos en el debate sobre la fecha electoral. Y, con éxito en ambos casos, según parecen afirmar las encuestas que se han venido haciendo con diferentes orígenes.

Es una estrategia del todo respetable, por supuesto, en cuanto que permite a quien la sigue afianzarse en su candidatura y reforzar las posibilidades que tiene de repetir y mejorar los resultados. Y que no sólo conviene a la persona, sino también al país en la medida en que, siguiéndola, podrá permanecer en el cargo a través de la mayoría parlamentaria que se obtiene de la suma de sus diputados con los de su aliado nacionalista. Y como ése es el sistema, y ésas las reglas, nadie debe discutirle legitimidad, porque la legalidad es obvia.

Ocurre que la moderación. en la práctica, reclama algo más: la conveniencia de considerar que quienes obtienen casi tantos votos como los demás juntos, y muy pocos escaños menos, no han de quedar sistemáticamente excluidos de las decisiones básicas para resolver los asuntos del país. Y no se trata de negar, por lo que antes se dijo, la capacidad de un Gobierno de coalición para aplicar un programa pactado después de las elecciones, sino de afirmar que en asuntos en los que la sociedad no fue consultada directamente, deba contarse con la oposición a la hora de buscar las soluciones más adecuadas.

De tal cosa, de esa moderación, no ha habido demasiada aquí, ésa es la verdad. Y convendría que la hubiera, porque para los tiempos que vienen se va a necesitar en abundancia.

¿No...?