Algunos ministros, o sus jefes de gabinete, o sus jefes de prensa, llaman estos días con pretextos variados a los periodistas de su círculo más próximo: "¿Tú sabes algo de la remodelación? ¿Qué se dice por ahí de la crisis de Gobierno?". Es obvio que Zapatero, a quien, como a todo presidente del Ejecutivo, le gustan sobremanera los secretos de este tipo, no habla del tema ni con el cuello de su camisa, y menos aún con la vicepresidenta política, María Teresa Fernández de la Vega, o con el vicepresidente económico, Pedro Solbes. Pero es un clamor en algunos ministerios, en las sedes socialistas, en los pasillos, llenos de reservas, de La Moncloa: el ´jefe´ piensa en cambios de rostros y lo hará no muy entrado el año 2009. Y es de suponer que, a caras nuevas, iniciativas nuevas.

Aseguran que algunos sondeos en poder de La Moncloa certifican algo que para un gobernante debería de suponer motivo de alta preocupación: los españoles se fían poco de quienes conducen la cosa pública. No han salido a plena satisfacción muchos de los planes, lo cierto es que bastante mal explicados y no muy bien desarrollados, que ha alumbrado últimamente el Ejecutivo, desde la manera de ´inyectar´ dinero en las instituciones financieras -ahora, el gobierno prepara una aseguran que innovadora ley de Cajas- hasta los planes para vender más automóviles, pasando por ´soluciones para la inmigración´ incentivando el regreso a casa de bastantes de ellos.

Claro que no es prometiendo el envío de millones de bombillas a los hogares de los ciudadanos, o proponiendo el coche eléctrico como gran remedio energético, a un imposible corto plazo -lo que ha retraído, también la compra de vehículos convencionales nuevos-, como se cimenta esa confianza. Ni rechazando dar explicaciones al ´affaire Lukoil´, o silenciando desde Fomento el derrumbre de un túnel en las obras del AVE a Valencia.

Qué duda cabe de que el alcance y la fecha de esa hipotética crisis de Gobierno, que todos los comentaristas consideran tan necesaria, va a ser la cuestión estrella en los numerosos encuentros que, con motivo de las fiestas navideñas, se organizan tradicionalmente, en la semana que ahora comienza, entre periodistas y políticos. Zapatero va a tener un par de oportunidades para departir de manera distendida -en lo que cabe, claro- con los informadores que habitualmente siguen los avatares políticos.

Y no pocos ministros, que no han imitado al titular de Industria a la hora de suprimir la ´copa de Navidad´, lo mismo: vamos a escuchar confidencias mil en estas jornadas de teóricos paz y amor. Aunque probablemente no podremos oir grandes noticias que concreten ese ´run-run´ de tambores que especulan sobre relevos en la mesa del Consejo de Ministros: a ZP, ya digo, le encantan las sorpresas, que dan la medida de hasta dónde alcanza su poder entre los suyos.

La agobiante situación de la economía española -que se enreda con la coyuntura mundial, pero no por eso podemos dejar de preocuparnos a nuestra escala- ha puesto de manifiesto descoordinaciones mil en el equipo que teóricamente debería liderar Solbes, pero que aparece fragmentado en propuestas e iniciativas variadas y obviamente no planificadas desde un único centro de decisión. Dicen que el presidente ha perdido la sintonía con el vicepresidente económico y que también el ´superministro´ de Industria ha perdido fuelle; aseguran que ZP ya ha sondeado acá y allá sobre el entusiasmo o el grado de aceptación que algunas personalidades mostrarían en caso de que les ofreciesen una responsabilidad en el manejo de la política económica. Y afirman incluso que ya ha cosechado algún ´no´, como el del comisario europeo, y tantas veces ministro, Joaquín Almunia.

Claramente, muchos ministros no acaban de verse en su papel. Quizá por ello, encargan encuestas sobre temas dispares y hasta, a veces, disparatados, o se prestan a presentar campañas ridículas dirigidas, con un lenguaje falso, a los adolescentes. Las agendas de algunos miembros del Gobierno están vacías de cosas interesantes por hacer, entre otras cosas porque resulta clamorosa la falta de competencias de algunos departamentos. La coordinación que tan bien ejercía la vicepresidenta Fernández de la Vega se va cuarteando ante el empuje individualista de algunos ministros/as en detrimento de otros/as: lo ocurrido cuando la titular de Defensa, Carme Chacón, desautorizó en sede parlamentaria a su colega de Exteriores, que había asegurado hace un par de semanas que no se enviarían más soldados a Afganistán, es un buen ejemplo de la falta de cuidado con la que se planifican las apariciones ministeriales.

Son importantes los rostros, sí. En la selección de algunos de ellos Zapatero se ha equivocado, en otros ha acertado y a los más no les ha provisto del suficiente terreno de juego para mostrar sus habilidades con el balón. Pero mucho más importante que el cambio de rostros es un cambio en la mentalidad con la que ´el jefe´ aborda la entrada en este segundo año de su segundo mandato: ya no son posibles las maniobras de distracción ni cuela ya eso de culpar a la oposición de carecer de planes cuando los del PP critican la inflación de proyectos que continuamente presenta el Gobierno de modo algo desordenado.

No pocos analistas creen que son precisos golpes espectaculares para variar el rumbo, comenzando por meter en el elenco gubernamental a gentes de valía, independientes o hasta, por qué no, inclinados a ideas más conservadoras que las que Zapatero sostiene y mantiene, cada vez más en privado, eso sí. Es decir: da la impresión de que los españoles siguen queriendo más consenso y menos batallas dialécticas de sal gorda.

El presidente está situado ante grandes dilemas y frente al túnel oscuro de 2009; esperemos que ese túnel no se acabe derrumbando, como el de las obras del AVE a Valencia, episodio que tan en silencio ha intentado mantener la ministra Magdalena Alvarez. No resultan extrañas, en fin, esas flamantes y pronunciadas ojeras que se aprecian en el rostro juvenil y ya no tan sonriente del encargado de conducir el tren en cuyos vagones viajamos todos los españoles. El ´optimista antropológico´ ya no tiene tan buena cara, según aprecian quienes le han visto últimamente de cerca y hasta quienes hemos estudiado su imagen en la televisión. No es la primera vez que detectamos súbitas bolsas oscuras, profundas, bajo los ojos de un presidente; por ello sabemos lo que significan.