Berlusconi es la mayor plaga que se abate sobre Occidente. Al censurar "Brokeback Mountain" -nunca sabes si le has colocado suficientes kas- en la televisión estatal italiana, los efectos benéficos de abreviar la tortura de los espectadores se neutralizan con creces, porque nos vemos obligados a rememorar esa película insoportable. Los apóstoles de la libertad de expresión olvidan que se trata simplemente de un negocio de 25 mil millones de pesetas, recaudación en salas. Cuando amainó la fiebre en torno a ese tostón, me alivió pensar que jamás volvería a mencionarla. Olvidaba la perfidia de Sua Emittenza, que nos la ha devuelto a cachos. Brokeback Berlusconi, literalmente.

Para proteger al ciudadano y esquivar las acusaciones de censura, la RAI debió emitir quince veces consecutivas la escena de la tienda de campaña -más timorata que un anuncio de Dolce&Gabbana- y suprimir el resto del pastiche de vaqueros enamorados. La mayor ironía de "Brokeback Mountain" es que las dos actrices se meriendan a los presuntos protagonistas masculinos, excesivamente conscientes de su aportación seminal a la historia del mal cine. A diferencia de los crédulos europeos, Hollywood no se dejó estafar y votó a la excelente Crash como la mejor película de esa cosecha.

Vayamos con la tesis. Si no hubiera visto "Brokeback Mountain", me consideraría una persona estéticamente mejorada. Por desgracia, eso ocurre con el noventa por ciento de la producción artística, y se debe a que la crítica es ya indistinguible de los propagandistas a sueldo.

En cuanto a la integridad de la obra de creación, no me hagan reír. El único mensaje de la película ha sido impuesto por los productores que se han forrado con ella. Por no hablar de que la versión del director de "Blade Runner" es muy inferior a la manipulada por los estudios.

En fin, la Rai volverá a programar Brokkkebakckk, ahora con todas las kas. Admitamos que los italianos merecen su revisión íntegra por votar a mamíferos como Berlusconi, pero incluso para ellos resulta una tortura excesiva.