De modo que, comprobado otra vez que la crisis va en serio, que en Galicia se están destruyendo más de cuatrocientos empleos al día y que desde enero aún será peor -previsión que ya no debe ser antipatriótica, porque la firma incluso el gobierno- quizá no sea inoportuno recordar el consejo del refranero y aplicarle grandes remedios a los grandes males que se anuncian. Y que algunos califican de catástrofe, lo que ahora quizá suene exagerado pero que a la velocidad a que va esto, en dos meses, ya no.

Y tampoco hay que tenerle miedo a la gramática, caramba. Si cuando suceden casos tremendos en la naturaleza, desde terremotos a inundaciones, se habla de catástrofe, o de zona catastrófica, a ver por qué no se ha de definir del mismo modo una situación en la que cada treinta días más de doce mil personas pierden su puesto de trabajo. Y si cuando aparecen aquellos episodios se plantean fórmulas políticas de consenso -y hasta de concentración-, no hay motivo alguno para descartarlas en caso de que aparezcan catástrofes sociales.

Claro que, como condición sine qua non, hay que ver las cosas como son y no disfrazarlas por conveniencia electoral o partidaria. Los analisis que de las cifras de paro hace la Xunta estos días recuerdan a otro refrán, el de "mal de muchos consuelo de tontos": hay quien afirma que la situación es mala pero que hay otros que aún están peor. Y en cuanto a la dialéctica del Gobierno central, aún es más dañina porque maneja verdades a medias, que ya se sabe que no son medias verdades sino más bien y casi siempre mentiras dobles

Muchas veces se apunta eso de que para muestra basta un botón, y aquí viene al pelo. El señor presidente Rodríguez Zapatero anunció ayer que los autónomos van a poder cobrar el subsidio de desempleo, algo que es eso, una verdad a medias, porque sólo se aplica a los llamados "falsos autónomos", que son menos de la mitad de los que hay, y además tendrán que pagar de su bolsillo lo que a los trabajadores por cuenta ajena les abona la empresa. Y, aparte, oculta que eso podría estar hecho hace un año si se hubiese desarrollado el estatuto de la profesión.

Todos estos juegos entre profesionales de la política podrían aceptarse como un asunto menor de no alborear una catástrofe social tan importante como la que amenaza a la sociedad, y por tanto hay que denunciarlos, por una parte, exigir que se acaben, por otra, y demandar actitudes al menos parecidas a las que otros demuestran en países serios. En Alemania, por ejemplo, donde la crisis financiera es igual o peor, hay la mitad de paro que aquí, los salarios son mucho más altos y las prestaciones, mejores. Es posible que sea casual que estén gobernando juntos los que suman más votos. En todo caso, aquí no se pide tanto: sólo que pacten remedios.

¿O no...?