Sentenciamos que la huida de Esperanza Aguirre de Bombay se produjo en el momento idóneo -la violencia amainó una vez que la intrépida política abandonó la India- aunque nos preocupa más averiguar qué pintaba allí. Las primeras declaraciones sobre la suerte de la primera dama de Madrid fueron emitidas in situ por su fotógrafo, una incorporación cuando menos curiosa a un séquito que se aloja en el hotel Oberoi, con habitaciones entre quinientos y mil euros por noche. A continuación intervino la jefa de comunicación de la presidenta, con idéntica tarifa. Desistimos antes de escuchar las opiniones de las previsibles maquilladora y estilista presidenciales, también alojadas democráticamente en el establecimiento. En prueba de austeridad, voló al subcontinente sin sus animales de compañía.

Si los presidentes de las 17 autonomías tenían previsto desplazarse a la India con fotógrafo particular y alojarse en el Oberoi, las portadas de los últimos días pueden encaminarlos a geografías más pacíficas, aunque no más baratas. Aguirre debe eludir el argumento de que huyó apresuradamente porque su papel en los acontecimientos era nulo, puesto que eso obliga a plantearse para qué viajó allí en primer lugar. Tampoco ha de sucumbir a la tentación de afirmar que el atentado iba dirigido contra su persona, hipótesis harto improbable porque no se ha localizado a militantes del PP en Bombay.

La aguerrida Aguirre ha hecho la India, con la convicción que otros invierten en hacer las américas. Para demostrar que supera a Rajoy en coraje, no hacía falta viajar hasta Bombay, y escapar a los balazos fue la decisión más sabia del periplo. De paso, y como aún no se había registrado en el Oberoi, quizás ahorró a los contribuyentes una noche en la suite. Ocurre sin embargo que el instinto de fuga que guió a la presidenta es difícil de asimilar por los progresistas. Es notorio que todos ellos hubieran militado contra el apartheid, caso de nacer en Sudáfrica. De haber venido al mundo en Alemania, hubieran sido furibundos antinazis. Como los franceses, verbigracia.