Pues sí, ya ha empezado de hecho lo que será una campaña electoral que va a durar, con diferentes intensidades, más de medio año. Nada gusta más a la clase política que ese vendaval que consiste en ir de acá para allá como una maleta, en viajes que dejan a los responsables de los partidos y del Gobierno sin un minuto libre para pensar o para atender otras obligaciones que no sean las de sacudir sin piedad al adversario con munición de sal gruesa.

Mariano Rajoy ya ha empezado a visitar con frecuencia el País Vasco -Galicia ya es motivo usual de sus desplazamientos-, y esta semana lo hará José Luis Rodríguez Zapatero, empeñado en convertir a Patxi López en lehendakari, sustituyendo a un Ibarretxe ya bastante tocado y a un PNV que no es el mismo sin Josu Jon Imaz. Otra cosa es saber cómo podría López llegar a Ajuria Enea: ¿con el ´nuevo´ PP vasco de Basagoiti, más templado y centrado que el de María San Gil y Mayor Oreja? ¿Con un pacto con los nacionalistas? ¿O con un tripartito ´a la catalana´, integrado por el PSE más Eusko Alkartasuna y Ezker Batua? Nada dicen los socialistas vascos, nada en La Moncloa, y todas las hipótesis están abiertas. De momento, parece que la mayor parte de las encuestas detectan un empate virtual entre PNV y PSE-PSOE. Los dos necesitarán alianzas para formar gobierno, los dos tendrán que aportar novedades en sus respectivos programas.

En Galicia también parece que las fuerzas están muy igualadas. El ´popular´ Núñez Feijoo apuesta por el ´nuevo´ PP de Rajoy, no parece que en el partido que antes dominó en las turbulencias Manuel Fraga -que va a apoyar a fondo, en lo que pueda, a su candidato en la precampaña y campaña- haya ahora demasiadas disidencias y podría ganar a la coalición de socialistas y Bloque... si entre los ahora aliados en la Xunta se producen roces y disidencias. O, mejor, si se agravan los que ahora existen. Tanto Zapatero como Rajoy tendrán que multiplicar sus desplazamientos al País Vasco y a Galicia, donde los comicios casi van a coincidir en el tiempo, si es que no acaban celebrándose simultáneamente.

Ambas serán algo más que unas elecciones autonómicas. A Zapatero estas campañas pueden servirle, o eso puede que piensen sus asesores monclovitas, para hacer olvidar otras cuestiones de calado -la crisis económica que va a golpear duro en 2009; ahora, el muy pegajoso asunto de Lukoil, que ha protagonizado los titulares de este fin de semana y seguirá, presumiblemente, haciéndolo la semana próxima-. A Rajoy, una victoria en Galicia puede consolidarle frente a sus enemigos internos. Incluso un buen resultado en las elecciones vascas y un acuerdo de gobierno entre el PSE y el PP vasco serviría para fortalecerle.

No digamos ya una victoria en las elecciones europeas. Pero, de momento, el presidente del PP ni siquiera ha logrado encontrar al candidato ideal para encabezar esta candidatura de cara a junio. Alberto Ruiz Gallardón no se deja convencer, y puede que Rajoy tenga que volver a echar mano de Jaime Mayor Oreja... si este, al final, consiente en su papel de recambio. Los socialistas, con Juan Fernando López Aguilar, salen a ganar, desde luego, pero no necesitan tan vitalmente ganar como lo necesita Rajoy.

Lo curioso es que no se vislumbran mensajes originales, avances programáticos estratégicos, o siquiera tácticos, ante las tres comprometidas comparecencias electorales. Así que ya digo: vamos a asistir a una proliferación de viajes de un sitio a otro, un frenesí de declaraciones contra el otro, un endurecimiento del lenguaje, ahora bastante ennoblecido por el clima de pacto. Olviden todo eso: ya resuenan los tambores de guerra. Ya estamos en una de esas precampañas eternas, en las que la realidad da paso al cliché, la reflexión al vocerío.

Y la verdad es que, en este marco, y en este cuarto de hora, Mariano Rajoy ha encontrado un filón en asuntos como Lukoil, que algunos comentaristas han comenzado a equiparar, por el degaste que pueden provocar, con aquellos de KIO-de la Rosa, los Albertos o, cómo no, las opas contra Endesa de la pasada Legislatura. Lo dicho: ya resuenan los tambores de guerra.