En la carrera por la nominación demócrata, Hillary Clinton recurrió a un eslogan que su equipo creía definitivo, para ahincar la veteranía de la senadora frente a la inexperiencia de Barack Obama. La campaña de la ex primera dama interpelaba a los votantes, "¿A quién quieres en la Casa Blanca cuando suena el teléfono a las tres de la mañana?" . Después de innumerables peripecias, se ha impuesto una respuesta de consenso para la candidatura derrotada. Cuando el aparato suene en horario intempestivo -y los indicios apuntan a que esa vicisitud se producirá con cierta frecuencia en los agitados tiempos que corren-, será descolgado simultáneamente por los dos protagonistas de este párrafo, ahora revestidos de la púrpura de presidente y secretaria de Estado norteamericanos.

La publicidad de Clinton no especificaba la procedencia de la llamada telefónica en la madrugada. El "Washington Post" ha aclarado indirectamente que el interlocutor transoceánico será Zapatero, el cual, en virtud del desfase horario, ya habrá iniciado su jornada a las nueve de la mañana en España. Jim Hoagland, mucho más que un articulista y editorialista de la mítica cabecera, ha elevado al presidente del Gobierno español a uno de los cargos más cotizados en la Casa Blanca, enlace con Europa. El rotativo presenta su candidatura a jugar un rol equivalente a Tony Blair, más vasallo que aliado de Bill Clinton y Bush.

Antes de sucumbir a la euforia de tan sonoras equiparaciones, el cargo asignado al líder socialista no coincide exactamente con el copiloto de la nave planetaria. Jim Hoagland imagina al mundo como una diligencia, donde Obama empuña las riendas y Zapatero ocupa el asiento del "acompañante con fusil". Desde el primer momento, se le recuerda al Gobierno español que se exige una colaboración armada, que será puesta a prueba inicialmente en Afganistán, la primera sangre del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Para el líder socialista, el país asiático del tamaño de España puede convertirse en la reedición del referéndum sobre la OTAN para Felipe González, con un desgaste a estipular.

El servicio secreto ha impuesto a Obama el alias de Renegade, que evoca la renuncia a sus creencias en la decisión de un equipo clintoniano, próximo a los conservadores demócratas. El Obama blanco, conocido en Europa por Zapatero, obtuvo su reelección en marzo bajo el lema "Motivos para creer", sospechosamente similar al "Un cambio en que podamos creer" del presidente electo de Estados Unidos. La coincidencia obligaba a la pregunta que el autor de este artículo planteó al socialista, en plena campaña hacia su reelección:

- ¿Busca usted deliberadamente la asimilación con Obama?

-Tengo el máximo respeto por Obama pero no busco parecerme a él, ni a ningún otro político. He admirado a distintas personalidades de la política pero siempre he intentado ser yo mismo. Más allá de los lemas y frases aisladas, creo que Obama es un fenómeno más reciente que está consiguiendo una notable movilización del electorado demócrata.

La clave de la respuesta estriba en el "más reciente". Zapatero se proclamaba antecedente de Obama, meses antes de que el "Washington Post" reseñara que las semejanzas entre dos maniáticos del baloncesto se detienen en que sólo uno de ellos habla inglés. Jim Hoagland detalla que las manifestaciones de Zapatero fueron efectuadas "a través de su intérprete", donde quien fuera consejero áulico de Katharine Graham no oculta su perplejidad ante un estadista global sin rudimentos de la lengua inglesa, y mucho menos norteamericana. El fenómeno competiría en exotismo con un candidato a la Casa Blanca sin nociones de castellano.

El avalista de Zapatero en el "Washington Post" no ejerce de peligroso radical. Confió al autor de este texto -perdón por el exceso de personalismo- que "cuando hay un presidente demócrata, oscilamos un poco hacia la derecha. Cuando es republicano, nos escoramos ligeramente hacia la izquierda". Sabia táctica periodística, aunque conviene relativizar el poder oracular de un columnista que, en el verano de 2003, explicaba que la invasión de Irak se saldaría con un resultado satisfactorio, tras una estancia en el país asiático. La matanza vendría después. Con o sin el apoyo del Obama blanco, la llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca dejará a Europa huérfana de su excusa favorita, George Bush.