En medio de la crisis, abro el periódico y encuentro en su interior un suplemento de artículos de lujo. Desconcierto, claro. Luego, curiosidad. En la portada hay una dama rubia con un abrigo de piel y un perrito caro en brazos. El perro tiene cara de gilipollas. Y de insatisfacción. Apuesto a que el animal es una de esas personas a las que no contentas con nada. Mira hacia donde se supone que está el fotógrafo con expresión de cabreo, como preguntándose qué rayos hace ese pobre ahí. Y es que, en efecto, lo único que respira pobreza en el conjunto es el fotógrafo, que no se ve. El resto, como decíamos, es lujo: Hay varias maletas de piel, sobre la hierba, a los pies de la rubia; hay un Mercedes descapotable y deportivo; hay, al fondo, una mansión hacia la que mira la dama, de la que no vemos su rostro, sólo su melena. Pero el fotógrafo, vaya por Dios, es pobre. Se nota en la cara de los perros (hay dos, pero los dos son gilipollas). La modelo, la que hace de rubia, también es pobre. Se le nota en la peluca, un poco polvorienta. Le han pagado dos duros por ese posado.

La pobreza, por más que se oculte, actúa. Y cuanto más se oculta, mayor es su influencia sobre la realidad. La pobreza reprimida es más peligrosa que un deseo reprimido. De manera que abre uno el suplemento de lujo con cierto desaliento, aunque se llame Shopping, que suena mejor de De compras. Ya en su interior, ve uno el anuncio de Tiffany, que ha representado desde siempre el lujo por antonomasia, y tiene la impresión de asistir a una vulgar imitación. Pura bisutería, lo mismo que Bvlgari o que Loewe, cuyo anuncio, por cierto, parece una falla. Pero si vas a la zona de relojes, te encuentras una doble página dedicada a la marca Franck Muller. ¿Y saben a quien utilizan, entre otras glorias, para promocionar el producto? A Jaime Cantizano.

Ahora resulta que la televisión basura es lujo. Por favor, por favor. A medida que uno avanza por el suplemento, se va dando cuenta de que es un suplemento de lujo de mentira porque también al lujo le ha llegado la hora de la falsificación. Lo demuestran esos viajes cerrados a Punta Cana, donde lo mismo podrías estar en Benidorm. Ahora mismo, no hay otra verdad que la pobreza.