A estas alturas, en vísperas de unas elecciones que nadie duda se disputarán a cara de perro, no ha de extrañar que sus actores principales parezcan dispuestos, al menos en su primera fase, a dejar a un lado los matices y exponer sus argumentos sin tapujos. Metidos en el ajo, tampoco se andan por las ramas: el presidente de la Xunta le atizó ayer, tras el Consello, a sus rivales del PP y el jefe de la oposición se había despachado a gusto horas antes, en una descalificación global de la estrategia de la Xunta contra la crisis.

En ese escenario ocurre, como es natural, que mientras quien gobierna tiene más capacidad de hacer, corre un riesgo mayor de que lo acusen de manejar los poderes de un modo electoralista y por tanto se ponga en duda su voluntad de atender al común además de a lo propio. Eso le sucedió al señor Pérez Touriño, de quien desde su derecha se ha dicho que casi todo lo que hace no es tanto para favorecer a los trabajadores como para evitar que aparezcan en la lista del paro, y por eso los ayuda a plazo fijo que, curiosamente, remata después de las votaciones.

En línea paralela, la oposición está siempre al borde de caer en lo que sus rivales entienden, no sin razón, como demagogia, tanto más fácil cuanto más carece de pruebas -que en sus denuncias siempre serían a posteriori y por tanto casi inútiles- y ha de ir apoyándose en juicios de intenciones. Lo que es poco serio y la hace vulnerable a la acusación, tremenda en estos tiempos, de que critica el hecho de que se dé un trabajo, cualquier trabajo, a quienes lo necesitan y lo prefieren a estar en la situación humanamente terrible del desempleo.

Los observadores más prudentes, que por desgracia son los que menor atención despiertan, razonan la necesidad de invertir este proceso y darle valor especial precisamente a los matices. Primero porque la brocha gorda emborrona más que define y, segundo, porque en ellos está quizá la única diferencia real entre unos y otros y, por tanto, el mejor método para separar el grano de la paja en lo que a la bondad de los programas se refiere.

Dicho más en román paladino: que sus señorías, en lugar de sacarse las mantecas, acusarse mutuamente de electoralismo y de usar -o haberlo hecho- fondos públicos para calificar o descalificar, harían mejor en buscar puntos de contacto entre sus ofertas para ver si, aunque a quien Dios le dé la victoria san Pedro se la bendiga, después, a la hora de gobernar, pueden ayudarse a salir del entuerto. Que falta les hará.

¿No...?