Pues la verdad es que, dicho con el máximo respeto, no parece razonable que tras la última oleada de asaltos a viviendas, por parte de la autoridad gubernativa no se haya producido alguna información solvente al respecto. Y no para entorpecer operaciones policiales, que suele ser una excusa para la opacidad, sino para tranquilizar a los ciudadanos, inquietos por la frecuencia de los delitos y la en apariencia excelente organización de los delincuentes..

El hecho de que los objetivos de la banda -habrá que suponer que se trata de una: si hubiera varias el asunto sería casi inaudito- sean hogares económicamente por encima de la media no significa que sólo exista temor en ese segmento poblacional. Cierto que alguien, parece que en el entorno "progre", había reducido los hechos a "un problema de ricos", pero eso sólo demuestra el nivel de idiotez en que se mueven algunos: a día de hoy, el riesgo de ser agredido es casi general, y lo demuestran de forma contundente las estadísticas.

La situación no parece haber sido bien enfocada ni por el delegado del Gobierno en Galicia, que al fin y al cabo es el responsable político de la seguridad ciudadana, ni por los mandos policiales. Es verdad que las dificultades son muchas, pero representantes sindicales de esos cuerpos han denunciado falta de medios, de coordinación e incluso de acierto en el despliegue. Sobre todo desde que se ubicó aquí un grupo especial contra el crimen organizado que, por ahora, no parece que haya resultado decisivo ni contra las bandas del Este ni tampoco contra los narcotraficantes.

A estas horas nadie pone en duda la tarea de los profesionales de la Policía y de la Guardia Civil, ni tampoco que los salteadores acabarán detenidos. Lo que produce sorpresa, y desde luego alarma, es el balance de los asaltos realizados y, sobre todo, lo que parece falta de prevención adecuada: hace ya bastantes meses que se detectaron bandas de albaneses, kosovares y rumanos en Galicia sin que -y conviene insistir; de acuerdo con lo datos de que se dispone, que no son muchos- se hayan evitado episodios inaceptables para cualquier persona normal.

Quizá el señor Ameijeiras, de presencia frecuente en inauguraciones de obras o visitas ministeriales -lo que entra en sus obligaciones, desde luego- pudiera mostrarse tan activo en otras facetas del cargo y procurar que este capítulo de la inseguridad ciudadana se cerrase cuanto antes. Sería excelente.

¿No?