A estas alturas, y con lo que ha llovido sobre ese terreno, no parece que vaya a prosperar la tesis que expuso ayer otra vez el señor Núñez Feijóo sobre lo razonable que sería que, dado que van a pactar después de las elecciones, PSOE y Bloque lo hagan antes, al menos a nivel de programa común. Se trataría, según el presidente del PPdeG, de permitir a los ciudadanos que decidan directamente, y no a través de intérpretes intermediarios, su voluntad sobre las coaliciones.

O sea que, dicho en román paladino, una especie de segunda vuelta a la francesa, sólo que en la primera. Y que no descalifica otras fórmulas pero que para muchos -sobre todo para quienes, como don Alberto, esperan ganar pero temen que de forma insuficiente- resulta más lógica que las demás. O al menos más clarificadora y más directa porque, conviene repetirlo, evita que los electores sean interpretados por los apparat de los diferentes partidos que, por supuesto, eligen lo que más les conviene aún disfrazado de interés general.

Queda dicho que lo tiene difícil el señor Núñez, pero no porque no le asista razón -que alguna tiene- sino porque la fórmula que propugna para Galicia está ya rechazada y, aparte, es de general incumplimiento. Y no sólo por sus adversarios: también por sus afines que, verbigratia en Canarias, aplicaron un sistema en todo semejante al que aquí rechaza el PP, aunque con un matiz: allí, la lista más votada, que fue la del PSOE, tuvo la iniciativa de abrir diálogos para formar gobierno, aunque no llegó a acuerdos: en este viejo Reino eso ni siquiera es posible, lo que demuestra cuánto hay de anomalía en la situación galaica. Por mucho que el término disguste a quienes le sacan beneficio.

Así las cosas, el candidato del PPdeG va a tener que lograr la mayoría absoluta para volver a la Xunta, o quedarse a tan poca distancia que deje sin la excusa anterior -que "era necesario cambiar el obsoleto modelo del señor Fraga"- a esta Xunta y haga obvio el fracaso de la fórmula bipartita. Probablemente ni así lo conseguiría, que menudos son los que tienen el poder a la hora de fabricar excusas -la de "sumar un voto más" juntos que el contrincante por separado es la más habitual- para mantenerlo, pero por lo menos habrá de intentarlo.

Oportunidad no le va a faltar, conste. Primero porque tiene tras sí un partido fuerte y, visto lo del domingo, unido. Segundo porque por mucho que intenten disimular el balance, la gestión del Bipartito es, sobre todo en alguna consellería clave, manifiestamente mejorable. Tercero, en fin, porque la crisis -como ayer apuntó en el Parlamento don Alberto-, aún global y no imputable al Gobierno gallego, fue mal prevista y de momento no muy bien enfocada en su vertiente gallega por la Xunta.

Lo que sea sonará, pronto y con estruendo: mientras, va a dar mucho juego, parece.

¿No...?