Querido Álvaro: No te he llegado a conocer pero por lo que cuentan de ti eras un chaval de tu edad, joven, (18 años), guapo, simpático, deportista y con una vida llena de proyectos. Tu caso nos ha encogido a todas las madres el corazón, el mismo que te reventaron a ti tres gorilas de discoteca el pasado fin de semana. Te golpearon hasta la muerte y tu muerte, totalmente inútil y evitable, nos ha dibujado en blanco y negro los peligros que esconde la noche. Nuestros hijos salen de casa sanos, llenos de vitalidad, en busca de un merecido ocio y entonces empieza nuestro calvario, la vigilia, esa intranquilidad vital difícil de explicar, que nos corroe las entrañas y que no remite hasta que oímos, muy entrada la madrugada, que la llave abre la puertas y estáis a salvo.

Dicen que siempre ha sido así, que los peligros son consustanciales a la generación que a cada uno le toca vivir, pero para nosotras ni es excusa, ni sirve de consuelo. Hemos visto a tus amigos llorar de rabia en tu entierro y a tu familia pedir justicia pero no reclamar venganza y nos hemos preguntado una y mil veces porque, porque este absurdo despilfarro de una vida humana truncada por la furia de la noche, en la ciudad sin ley. Todos sabemos de la noche y sus peligros pero las autoridades prefieren mirar hacia otro lado si, al final, el negocio es rentable... Sabemos que los vigilantes de discotecas se comportan como simples matones a sueldo, pero la actividad de los porteros de locales de ocio no está regulada. Sabemos que se vende alcohol y que las drogas circulan a placer en locales solo aptos para menores pero las inspecciones no realizan su trabajo en antros que ni siguiera tienen licencia.

Has tenido que morir tú, querido Álvaro, para que se clausurara "El Balcón de Rosales", la discoteca en la que te molieron a golpes. Ese local, ubicado en unas instalaciones del ayuntamiento de Madrid, acumulaba denuncias -47 por infracciones administrativas y doce más por la brutalidad de los vigilantes-, las cuales o se convertían automáticamente en papel mojado, o terminaban en la papelera del funcionario de turno. ¿Qué oscuros intereses se esconden tras el negocio de los locales nocturnos, para que todo el mundo prefiera mirar hacia otro lado? Sólo cuando, de vez en cuando ocurren sucesos como éste, que conmocionan a la opinión publica, las administraciones sacan del cajón de los recuerdos normativas para evitar los abusos en la ciudad sin ley. Tu madre, querido Álvaro, ya no tendrá que esperar en duermevela porque, desgraciadamente, contigo lo peor ya ha sucedido. Lo hará por tus hermanos y todas nosotras ante tanta violencia e indiferencia nos seguiremos limitando a cruzar los dedos a la espera de oír el liberador sonido de la llave que entra en la cerradura de casa. ¡Hoy lo peor ya ha pasado! Pensaremos mientras respiraremos, un día más, aliviadas. ¡Descansa en paz! Querido muchacho.