Así que, a pesar de que algunos estudiantes expresaban ayer y en la calle otra cosa, no ha de extrañar la relativa satisfacción con que las universidades gallegas han acogido la reconducción del asunto financiero que las había traído por la calle de la amargura durante varias semanas. Parece que tendrán buena parte de lo que pedían al comenzar el curso, y eso demuestra no sólo que manejaban razones, sino que esgrimirlas con energía pero sin estridencia es una buena táctica.

En cuanto a la Xunta, ha dejado claro que practica con acierto la máxima según la cual rectificar es de sabios, y que lo hace además no con la parafernalia propia de las burocracias, sino con una hábil maniobra presupuestaria, una finta que no le descompone la figura. Eso es bueno por lo que se ve y por lo que se trasluce, aparte de que sienta precedente para un plazo, el 2010, en el que -con algo de suerte- la crisis empezará a amainar y permitirá un margen de maniobra.

Con eso, que es clave, de la financiación a punto de resolverse por las partes contratantes de la primera parte, que son las tres universidades gallegas, queda lo que a la mejora y la transparencia de la gestión -que también reclamaban ayer los estudiantes- concierne. Un par de asuntos que incomodan a los claustros, proclives a considerar que, si bien todo es perfectible, sus tareas se acercan lo bastante a la excelencia como para no necesitar exhortos, pero que aún así habrán de abordar lo antes posible, tal y como ha reclamado la propia Xunta.

En esa línea resulta oportuno solicitar, como ya quedó dicho no hace mucho, un esfuerzo especial para que el espíritu universitario traspase con más frecuencia, y con mayor incidencia, las fronteras académicas y se convierta en un elemento dinamizador de iniciativas. Quizá sea demasiado pedir que la ciencia se convierta en conciencia de la sociedad, pero no que le aporte la prudencia propia de su nivel.

Y algo a añadir todavía: con su panorama más despejado, las Universidades pueden y deben acelerar su participación en el mundo de la realidad financiera para captar los recursos que las arcas públicas no le aportan pero que su propia actividad innovadora permite generar. Los tiempos en los que sólo se nutría de la hucha administrativa remataron, y eso ha de asumirse si no se quiere entrar en una vía que conduce a la muerte lenta por insuficiencia económica.

De eso habrán de enterarse también los estudiantes, cuyo guión contestatario suena ya algo rancio.

¿O no...?