Así que, presentado el de la depuradora viguesa del Lagares -que, por cierto, nace como otros en los tiempos del PP: con retraso, y por ello dudas sobre su validez el día en que funcione, y oposición vecinal- quizá sea buen momento para preguntarle a esta Xunta cuándo dejará la fase de proyectos para pasar a la de las realizaciones. Cierto que algunas ha inaugurado, pero menores: las de envergadura son las que planificó el gobierno anterior y eso, aunque sea lógico, vende mal.

Es posible que eso, la abundancia de prédicas y la escasez de prácticas, obligue a compensar el balance con trompeteo y propaganda. Ayer se vio en Vigo, donde a falta de hechos hubo nutrida presencia institucional, desde el señor presidente gallego hasta la ministra de Medio Ambiente, y abundancia de palabras. Algunas de ellas, además, descorteses con los ausentes, hoy en la oposición, a los que imputaron como es habitual todos los males habidos y por haber.

Y es que, al fin y al cabo, lasque se viven son vísperas electorales, cualquier ocasión es buena para intentar pescar votos y no hay político que se precie, sobre todo si lleva poco en el poder, que no aproveche para exagerar el peso negativo de la herencia y el "enorme esfuerzo" derrochado en darle la vuelta a la situación. Y eso dicen incluso cuando, como en Vigo, es una evidencia clamorosa la falta de cumplimiento no ya de promesas, sino de compromisos puestos por escrito en papel oficial y hasta timbrado.

En este punto, conste, no se reprocha tanto el autobombo de la Xunta como su obvia incapacidad para una mínima autocrítica que, en una ciudad como la viguesa sería seguramente mejor recibida por sus residentes que la sublimación de la nada. O la exageración de lo poco: por ejemplo cuando el señor presidente Pérez Touriño aprovechó la coincidencia de la ocasión con la publicación por el IGE de las estadísticas del último trimestre e insistió en el margen de maniobra de la economía gallega y el plus de resistencia. Vaiche boa.

Su señoría, desde luego, tiene todo el derecho a elegir las propias estrategias y tácticas cara a los meses venideros, pero debiera, si le place,considerar también que muchas veces, a la hora de analizar un problema, es peor una falsa esperanza que una descripción hiper/realista. Y aunque las cifras resisten aún algunas comparaciones, su tendencia no presagia nada bueno, con lo que todo el pecho que se saque ahora habría de replegarse después, lo que será malo para el gobierno pero peor para los ciudadanos, que cada vez tendrán menos instancias en las que confiar.

¿Se trata de creer medio vacía una botella que la Xunta ve medio llena? Es posible, pero una cosa no está sometida a opinión: que el recipiente pierde líquido, y que hasta ahora nadie ha dicho cómo evitarlo o, al menos, compensarlo.

¿Eh...?