En su momento, a no pocos españoles les produjo arcadas la frase de Aznar, cuando la cumbre de las Azores, de que España salía finalmente del rincón de la Historia. Ahora, la vicepresidenta De la Vega ha caído en el mismo error y con idéntica frase. Resulta que también la afortunada obstinación de Zapatero de acudir a la cumbre del G-8 en Washington nos vuelve a sacar de ese rincón al que nadie sabe qué terrible Inquisición secular nos envió como castigo... Pues no.

Ni en la reunión de las Azores, cuando Aznar se comprometió con Bush en invadir Irak, ni en Washington, cuando Zapatero ha conseguido que se admita a España como país con capacidad para aportar ideas y experiencias con las que reconstruir un sistema financiero mundial que nos ha empobrecido a todos de un día para otro... En ninguno de los casos, ambos por la aproximación física al peor presidente que siempre tuvieron los Estados Unidos y al peor emperador que ha tenido el mundo..., en ninguno de ambos se puede decir que los españoles en su conjunto nos hayamos visto liberados, redimidos o situados en lugar de privilegio.

Nos va a dar igual, ahora como antes, aunque sea mucho más digna esta representación que la anterior, cuando la finalidad era intrínsecamente perversa y lamentable. Pero tampoco necesitamos ahora esta clase de redención ni que nadie nos saque del rincón de la historia, conscientes como somos de que cada cual se elabora el lugar en el mundo que merece, se nos reconozca o no en el momento oportuno o conveniente.

Por lo demás, es explicable que este Gobierno esté satisfecho de que la perseverancia de Zapatero y de sus servicios diplomáticos, y el dato inobjetable de que la economía española ha hecho sustanciales avances en las dos últimas décadas -en particular gracias al esfuerzo de cuarenta millones de españoles obstinados, currantes, madrugadores, con jornadas a menudo extenuantes y esforzadas- haya conseguido esta invitación para viajar a Washington, como pudo haber satisfecho a más de uno que Aznar pusiera los pies en la mesita del rancho de Texas de Bush. No dejan de ser anécdotas en las que se mide la estatura moral de cada dirigente y de sus colaboradores. Pero olvidan a menudo esos gobernantes que el ciudadano corriente se queda contemplando los telediarios, para observar el papel que desempeñan los dirigentes enviados a esas misiones especiales, con billete y dietas que todos pagamos.

Ojalá que Zapatero esté al nivel que se le requiere en un momento crucial. Ni su estatura o su talla van a modificarse por haberse empeñado, y finalmente logrado, acudir a la Casa Blanca de Bush. Nos satisfará mucho más si nuestro modelo financiero y nuestro ejemplo concreto tiene utilidad y hasta pudiera ser puesto de modelo a imitar en la normativa que se busca, para que el capitalismo salvaje lo sea un poco menos, y tenga mejor valoración ese esfuerzo del ciudadano de a pie, el que madruga a diario y saca adelante su propia casa y su familia. Incluidos algunos gobernantes insuficientemente juiciosos, y a menudo deslumbrados por el poder y la gloria... No será para tanto.