Saber quiénes somos y qué queremos. Tener claro dónde estamos, adónde vamos y cómo queremos ir. Los próximos años que afronta Vigo serán determinantes para reforzar su liderazgo económico y dar un salto cualitativo que la transforme, por fin, en ese referente de Galicia que sus ciudadanos tanto ansían. Frente a la máxima ignaciana de "en tiempos de turbación, no hacer mudanza", Vigo debe huir hoy de posiciones inmovilistas y aprovechar precisamente este momento para sentar las bases de un crecimiento sostenible y un desarrollo firme y armónico. Crear una ciudad próspera en lo económico, confortable en lo urbanístico, estable en lo político, diversa en lo social y rica en lo cultural. Una ciudad, en una palabra, moderna. Esa es, en esencia, la hoja de ruta de Vigo hacia la modernidad que propugna el informe Ardora 2008, un estudio relevante que analiza la situación de la ciudad y la percepción que tienen de ella sus habitantes al tiempo que marca cuál debe ser el camino a seguir para alcanzar el nivel de bienestar que anhelan los vigueses.

El estudio está promovido por la multinacional francesa PSA-Citroën, la factoría que genera más empleo en Galicia -9.000 directos y 30.000 indirectos-, la que aporta más al PIB gallego -un 30% del total- y la que acapara el 35% de nuestras exportaciones. Su voz, por tanto, es de indudable valor. Y el encargado de presentar sus conclusiones fue el director de la planta viguesa, Pier Ianni, quien aprovechó para realizar un notable recordatorio de las formidables virtudes que atesora la ciudad y de sus preocupantes, por enquistados, defectos.

Capacidad de superación e innovación, flexibilidad para adaptarse a situaciones cambiantes, instinto para dar lo máximo con lo justo, naturaleza emprendedora, carácter abierto que le torna en urbe global... Las cualidades, como se ve, no son escasas ni menores. En el extremo opuesto, la ausencia de estabilidad política y social, el crecimiento desordenado que se traduce en un urbanismo caótico, la falta de infraestructuras (empresariales, sanitarias, culturales...), la escasa proyección al exterior... Las deficiencias citadas tampoco son baladís.

Sin embargo, lejos de instalarse en la complacencia o el derrotismo, el estudio aprovecha la ocasión para enviar a la ciudad un mensaje esperanzador, en la línea del defendido por FARO en este mismo espacio editorial el pasado 12 de octubre, que Ianni sintetizó en estas dos frases: "Estamos en el escenario idóneo para que la crisis se transforme en una oportunidad para mejorar" y "Vigo se crece ante la adversidad y sus ciudadanos se erigen en el principal activo".

En una coyuntura de pesimismo económico y cierta inestabilidad política, fruto con frecuencia esta última de una visión partidista de la gestión pública, resulta esperanzador ver que la sociedad viguesa es capaz de elaborar un análisis de la realidad tan ajustado como el recogido en el informe Ardora y, lo que es aún más importante, que sabe además extraer del mismo las consecuencias oportunas para encarar el futuro con garantías.

El manual del buen gestor advierte, en su primer mandamiento, que la clave del éxito radica en explotar las virtudes y minimizar los defectos. Vigo, construida en buena medida gracias al impulso y el esfuerzo de sus ciudadanos, sabe mucho de eso. La iniciativa privada es su motor, su patrimonio más valioso. Pero Vigo, la ciudad más grande y más joven de Galicia, no puede presentar el aspecto de un cuerpo con brazos bien musculados y mente ágil sostenido en piernas endebles y con una fisonomía desaliñada. Tampoco transmitir al exterior la imagen de una ciudad trabajadora y sacrificada que se desentiende del ocio y subestima la cultura.

Los poderes públicos tienen ahora la obligación de aprovechar el dinamismo de esa sociedad civil en beneficio de todos. Deben arrimar el hombro y ser capaces de crear las condiciones necesarias para que esa enorme capacidad de esfuerzo y espíritu emprendedor que han demostrado los vigueses a lo largo de su historia encuentren un terreno propicio en el que desarrollarse. En un mundo en permanente cambio, tan competitivo y sumido en una crisis de incierta salida como el actual, no hay tiempo que perder. El reto que tienen ante sí Vigo y los vigueses es mayúsculo, pero la recompensa también lo es. La hoja de ruta está clara. ¿A qué esperamos?