-Abrir la tele la otra noche fue como entrar en una charcutería, una tienda de venta de chorizos. Dos eran los programas estrella de ese día._En uno,_Luis Roldán se sometía impertérrito por 50.000 euros a las preguntas lacerantes de cuatro periodistas, como un reo sometido a vergüenza en plaza pública; en otro, más parecido a un comedero de aves carroñeras, una jauría de necrófagos escudados en un derecho a la información sin fronteras despellejaba, deshuesaba y trituraba la vida de Jesulín y sus mujeres (su ex, su esposa, su madre, su suegra y su hija) teniendo como interlocutora a una correveidile con perfil de ave rapaz y tía del torero. Por medio, toda una historia de amor taurino entre los astados de Campanario y_Belén_Esteban, convenientemente inventada y aderezada por el programa como para conseguir que las afectadas, indignadas, entraran al trapo en sendas llamadas telefónicas y contribuyeran así al hundimiento mayor de la familia, que es, a la postre, lo que provocan y en el fondo lo que ansían estos espacios para seguir proporcionando alimento putrefacto a la plebe embrutecida.

-Cambiar de canal no hacía menos deprimente el panorama. Recorrías la TDT, por ejemplo, y donde no hallabas penetraciones multitudinarias, orgasmos con jadeos corales y felaciones maratónicas había concursos ideados para sacar dinero a televidentes con problemas de salud mental, cuando no anuncios de contactos sexuales urgentes con frases de la más baja estofa y escritas como si no existiera la gramática; o teletiendas en las que te bombardean el cerebro hablando de las virtudes de productos milagrosos, tales como una máquina de hacer abdominales u otra para alargar el pene. ¿Programas culturales? Claro que los hay, pero relegados a horas nocturnas imposibles. Esa receta de la desregulación salvaje que imparte el ultraliberalismo como si de una bendición se tratara, y cuyos resultados se ven en esta crisis global de mercado, ha supuesto también en la televisión un cambio en las reglas de juego._La irrupción de la realidad económica como factor dominante frente a la anterior consideración de bien cultural impuso la búsqueda de una maximización de las audiencias y la legitimación de todas las herramientas como medio para conseguir las máximas cuotas sin reparar en medios y a costa de vulnerar desde el buen gusto a cualquier principio ético.

-Alguien puede explicarse programas como "El juego de tu vida", en el que los concursantes se someten por unos cuantos euros a preguntas tan íntimas y morbosas que pueden destrozar no sólo su imagen sino las relaciones con los suyos? Pero son los programas del corazón los que difunden mejor la idea de que aquellos que juegan sucio obtienen ventajas. Del amor en su sentido más espléndido nada interesa a los mismos sino sus rupturas, infidelidades o desaveniencias. Y, en su busca, como la realidad no les llega, se la inventan, producen realidades banales y efímeras creando un nuevo vedetariato constituído por personajillos sin méritos que acceden a la fama como parejas o pretendientes de otros ya instalados. La información entendida como entretenimiento, como espectáculo, como circo, como teatro de sucesos, sangre y semen es la reina de la tele pero contaminó ya al periodismo escrito.