Sin duda, atravesamos una situación económica complicada y compleja. La desregulación del mercado financiero ha provocado una tormenta de efectos económicos hasta ahora desconocidos, y ha sido la política, tan denostada por los que creían en un Estado cada vez más débil y una intervención nula de lo público, la que ha tenido que tomar las riendas de las turbulencias creadas por el pensamiento neoliberal, para hablar claro: del pensamiento de derechas.

En España, en nuestro país, el Gobierno ha tenido que poner en marcha un gran número de medidas con el fin de hacer frente a los problemas que la crisis económica internacional provoca en el conjunto de la ciudadanía, especialmente en los más débiles.

Así, ante las turbulencias de la economía internacional y la crisis del sector inmobiliario, se aprobaron un amplio paquete de medidas con ayudas directas a las familias (deducción de 400 euros, 2.500 euros por nacimiento de hijo y la posibilidad de ampliar las hipotecas a coste cero) y con ayudas a las empresas para reactivar la economía.

Además, ante la aguda crisis del sistema financiero internacional, se movilizaron ayudas de apoyo al sistema financiero para garantizar el funcionamiento de las empresas y el ahorro del conjunto de los ciudadanos. En definitiva, medidas para evitar daños colaterales al conjunto de nuestra economía.

Estas actuaciones eran imprescindibles, pero junto a ellas es de justicia que los estados ayuden a los que de una forma más dura se ven afectados por esta crisis: los ciudadanos.

Por ello, el presidente del Gobierno acaba de anunciar un paquete de medidas. Unas, dirigidas a que las familias con mayores dificultades vean incrementada su renta mensual y puedan, así, aligerar la carga más pesada que todos soportamos: el coste de la vivienda. A este fin va dirigido el aplazamiento parcial del pago de las hipotecas a las personas que pierdan su empleo. Otras, con la intención de favorecer el empleo y la contratación laboral, intentando de esta forma poner freno al aumento del número de desempleados.

Sin duda, habrá que seguir poniendo en marcha iniciativas, tanto de carácter económico como social, que permitan paliar los costes que sufren los ciudadanos; y, también, y de enorme relevancia para el futuro, habrá que gestionar un nuevo modelo financiero mundial que imposibilite que una situación como la actual vuelva a reproducirse.

Es la hora de la política. Es la hora de democratizar al mercado. A un mercado que sin reglas, sin control, y sin normas, se ha mostrado como un gran gigante sin alma que sólo evitaremos que nos aplaste si le ponemos frenos democráticos.

* Portavoz del Grupo _Socialista del Senado y _senadora por Pontevedra