Así pues, a la vista de las últimas estadísticas -de ayer mismo- sobre el aumento del paro y la creciente angustia de muchas familias gallegas ante el porvenir, quizá sea llegada la hora de exigir a los partidos, organizaciones sindicales y patronales, que se sienten en torno a una mesa y no se levanten hasta lograr un gran pacto social que permita encarrilar las cosas. Porque eso es lo que siente la gente, lo que entiende por necesario en momentos en los que, como éste, se juega ya con las cosas de comer.

Los observadores más realistas -que son, como casi siempre, los más pesimistas- ya han anticipado que la respuesta a esa demanda será negativa, argumentándolo en dos razones básicas; una, estructural, la casi nula capacidad de los partidos gallegos para llegar a acuerdos en algo, por importante que sea para el país; otra, coyuntural, porque la cercanía de las elecciones agudiza aquella dificultad congénita hasta hacerla casi certidumbre.

Metidos en semejante atolladero, sí parece algo más viable reclamar que, al menos, no contribuya el estamento político a crispar aún más los ánimos de la gente buscando asuntos fáciles de manejar, moldeables para quien los usa y relativamente rentables desde una perspectiva partidaria. Como por ejemplo esa vergonzosa polémica entre PP y PSOE por los gastos del impresentable tenderete que es la CRTVG y en la que nadie demuestra algún pudor.

Y como quien dice eso podría añadir lo de los sueldos de los altos cargos, sus asesores y palafreneros, o la "guerra de los Audi", más les vale parar, abrir una reflexión seria y plantearse qué están haciendo. Y, ya de paso, deberían pensar en el tipo de mensaje que sobre el oficio de la res pública están enviando a quienes no tienen trabajo o lo tienen en precario y además han de padecer las vanidades de esas gentes.

En este punto, y dicho con todo respeto, es preciso preguntarse la razón por la que, aparte las marcas comerciales, haya de tener aquí -desde hace mucho tiempo- todo cargo oficial de cierto nivel, incluyendo diferentes organismos como la RTVG o Sogama verbigratia, un vehículo a su disposición y un costoso ceremonial. Lo que refuerza la extendida imagen de que ese oficio es un chollo, lo que en tiempos como los que corren, además de extrañar, indigna. La eliminación de esos gastos, y otros muchos, no sólo no sería el "chocolate del loro" sino que alcanzaría para darle de comer a buena parte de la fauna avícola del Noroeste.

Y es que de lo que se trata es de la necesidad de una limpieza, una catarsis en esta sociedad y sus usos y costumbres. Porque en situaciones como es la actual, una crisis de agotamiento del modelo más que de fin de ciclo, hay que prescindir de lo prescindible -que es mucho- y dar ejemplo a los que padecen, encima, una gestión deficiente.

¿O no...?