Para colocar en su justo término a esa cosa tan simpática que se llama la futura reunión del G-20, y su presunta refundación del capitalismo mundial, hay que leer el último libro de George Soros, El nuevo paradigma de los mercados financieros. Soros, como es bien sabido, es un judío norteamericano de origen húngaro que, huyendo de nazis y estalinistas, acabó convertido con el paso de los años en el especulador más influyente del planeta. Su nombre saltó a la opinión pública internacional cuando, en 1992, puso de rodillas al mismísimo Banco de Inglaterra al vender una cantidad ingente de libras esterlinas para comprar marcos alemanes, forzando la devaluación de la moneda inglesa. También especuló contra la lira, y jugó, como nadie supo jugar, con el barullo monumental de derivados en que se convirtieron los mercados en los últimos años. En otras palabras: dentro del gallinero financiero, fue el Zorro Número 1, el Zorro de todos los Zorros. Ahora, septuagenario ya y retirado del frente cotidiano, cultiva su vieja pasión por la filosofía y escribe libros en los que reflexiona sobre los defectos del capitalismo que le hizo rico y sobre la crisis que sacude el mundo, crisis, por cierto, que él anunció hace ya mucho tiempo, lo que cual incrementa el interés de sus palabras. Sintetizando mucho su pensamiento, Soros afirma que esta superburbuja financiera mundial que ahora ha estallado tiene su origen en la sustitución del conocimiento por la conjetura. Detrás de la apariencia empírica de los mercados financieros, dice, sólo había instinto y emociones, y detrás de las decisiones de los gobiernos no ha habido -no hay- la vieja obsesión de la Ilustración por la verdad, sino su manipulación posmoderna y el empeño político por permanecer en el poder. Respecto al instinto y las emociones, el propio Soros parece ser el mejor ejemplo, pues su hijo Robert afirma que a su padre, por mucho que filosofe, siempre le han dado más pistas los dolores de espalda que cualquier gráfico; respecto a la manipulación de la verdad, el ejemplo meridiano es Bush y su guerra de Irak. De ahí que, en definitiva, la próxima reunión del G-20, convocada por el Gran Manipulador y a la que asistirán países llenos de dispares problemas, dispares emociones y una común obsesión por la permanencia en el poder, sea, desde su misma convocatoria, lo que Soros denomina una falacia fértil: una mentira que crea ilusiones, pero mentira al fin y al cabo. Todo seguirá igual, pero, mientras no se constate, quedará la ilusión fértil de que todo podrá cambiar. A pesar de eso, conviene estar allí. Al menos, para hacer lo que siempre aconsejaban los abuelos: oír mucho, y callar más. Si nos dejan, claro.