Para muchos vigueses la historia del Cristo de la Victoria refleja, en parte, la historia de Vigo. El Cristo de la Sal llega a la ciudad por el mar alto, rodeado de peces y olas en calma tras la tempestad. El Cristo llega por el mismo mar al que cantó Martín Códax.

Es el mismo Cristo que, según escribió en páginas de FARO DE VIGO José María Castroviejo "quizás después de bendecir la isla lejana, bautizando las antiguas fuentes paganas y las piedras milenarias de los ritos druidas, quiso venir a esta tierra de pescadores, punta de Europa y de Fisterra del mundo antiguo, conducido por las olas del mar de Vigo"

El fervor popular que Vigo muestra cada año al Cristo de la Victoria no se reduce, exclusivamente, al fervor religioso, que también está ahí, en miles y miles de almas. A mi juicio, este fenómeno antropológico no puede explicarse en toda su dimensión de manera tan reduccionista.

Porque esa estrechez de miras choca frontalmente con la admiración, la pasión, la devoción con la que más de doscientos mil vigueses acuden, cada año, a la procesión del Cristo de la Victoria.

Numerosas referencias sociológicas nos advierten de que la religiosidad en el mundo moderno se manifiesta de muchas y muy variadas formas. Porque la gran mayoría de los seres humanos estamos convencidos de que el Universo tiene sentido.

Luckman nos recuerda que "las estructuras sociales del mundo pueden ser consideradas seculares en un sentido distinto en que fueron las estructuras sociales de otras épocas. Sin embargo creo -dice- que los hombres de las sociedades modernas, a diferencia de otras, no han perdido aquella religiosidad básica que caracteriza la vida humana".

Qué importancia tiene si aquel que acude a la Procesión del Cristo no va a misa todos los domingos y fiestas de guardar, o alberga dudas sobre el origen del universo, o no cree a pies juntillas todos los fundamentos de esta o aquella religión. Ahí estamos, cada año, más de doscientas mil almas compartiendo una tradición popular, un patrimonio inmaterial, una historia común.

Lamentablemente, el gobierno actual de Vigo, ya desde su conformación, ha dedicado gran parte de su energía a crear problemas donde no existían. Crearlos alrededor de una figura como la del Cristo de la Victoria me parece francamente inoportuno, desleal y desde todo punto de vista detestable.

Del hecho de que los unos se niegan a darle el nombre del Cristo de la Victoria a nuestras fiestas y de que los otros, con el beneplácito del Alcalde Caballero, lo permiten, cabe deducir que este año ni BNG ni PSOE ni, desde luego, el Alcalde de Vigo, acudirán a la Procesión del Cristo. Hacerlo sería una contradicción inexplicable.

A los vigueses nos unen muchas cosas, entre ellas, el Cristo de la Victoria. Estrechemos más si cabe el lazo de lo que nos une, aflojemos la cuerda de lo que nos separa. Hay polémicas estériles y hay polémicas perjudiciales. Esta es una de ellas.

Vivamos las Fiestas del Cristo de la Victoria como siempre lo hemos hecho los vigueses. Unos con devoción, otros con interés. Aparquemos recelos y maniqueísmos. La Procesión del Cristo es testimonio de nuestra historia y de nuestra tradición y forma parte del patrimonio inmaterial de todos. Que así sea por mucho tiempo.

*Portavoz del grupo municipal del Partido Popular. Senadora