De modo que, decidido el Consello Económico y Social de Galicia a meter el dedo en unos cuantos ojos -incluso, políticamente hablando, in articulo mortis, al menos en cuanto a su presidencia-, no ha sido excepción lo municipal. Sobre todo en lo que se refiere a aspectos salariales y de personal en los que ha detectado unos cuantos defectos que, frecuentes en tiempos pasados -algunos llegaron a considerarse vicios- se tenían por desaparecidos. Y a lo que parece, de eso nada: como diría un guasón, más que muertos estaban mal enterrados.

Se refiere el CES, aunque con otras palabras, a diferencias retributivas poco explicables salvo que el análisis se haga desde el origen de los contratos que en su mayoría son establecidos a dedo y fiando más a criterios subjetivos -de lealtad personal o de cercanía política- que objetivos y por lo tanto no sometidos a la normativa vigente para los funcionarios. Y como el fundamento último es la arbitrariedad, a la hora de regular todo eso aparecen dificultades muy complejas que convierten en casi una selva lo que desde luego dista de ser un bosque ordenado.

Queda dicho que hay poco de nuevo en ello, como no ya ha sido noticia otra serie de conclusiones anteriores sobre servicios y eficacia municipal. El CES, como en más asuntos, ha estudiado, meditado y resuelto, y aunque sus informes no pasen -y ni siquiera siempre eso- de útiles pero no vinculantes, quedan para los archivos; y para las hemerotecas; la lástima es que en uno y otro escenario no sobrepasan la condición de anécdotas sin más efecto que algún sofocón, enfados de cuando en vez y, si encima no hay objetividad, no pocas desconfianzas.

Así las cosas, al Consello le ha faltado en síntesis lo mismo que a otros que, en un momento dado se pusieron a estudiar lo que con cierta prosa exagerada se llama "el municiplismo gallego": auténtica voluntad para diagnosticar y recetar algunos remedios eficaces. El principal de todos ellos, adecuado además al mayor de los problemas, tiene cierta facilidad para resumirse: se trata simplemente de que en Galicia sobran tres cuartas partes de los Ayuntamientos actuales, para los que no hay finanzas posibles y por tantotampoco auténtica opción de prestar servicios.

Es verdad que decir eso resulta demasiado fácil y que lo complicado es hacerlo, o sea, reducir los municipios a los que realmente debieran ser. Algunos observadores añaden que sólo desde las instituciones apartidarias podría intentarse, pero ni siquiera eso parece posible: la prueba es que el CES, cuando toca lo municipal, sólo insinúa y sugiere, y del resto no osa. Lo que ya de por sí da pistas.

¿O no...?