Diez años atrás, una veintena de retoños literarios se reunieron invocados por "Padrón" Cela para hornear en el fogón mágico de Iria Flavia, en unas jornadas extensas e intensas, un mirada común a la literatura. Con pretensiones de cocinar una generación que fijara y diera esplendor a los entonces treintañeros y aún "tiernos" autores. Apenas se conocían entre ellos y el mundillo literario de la época, empeñado en prolongar el efecto mediático de los Mañas, Loriga y compañía, los miraba de reojo y con cierto recelo no exento de expectación. A ver qué sale de ese mejunje tan variado y alérgico al etiquetado fácil y reduccionista.

Una década después, ya sin la mirada acogedora de Cela, aquella generación enemiga de los marchamos y la fecha de caducidad temprana, acapara los premios literarios más importantes, ocupa las columna más firmes en los periódicos, protagoniza los reportajes más elocuentes sobre el arte de escribir en España, ha publicado docenas de libros y forman un grupo nada salvaje que ha sabido tejer, desde los cuatro puntos esenciales del país, una red de lazos de amistad que trasciende la mera afinidad de compromisos y retos como constructores de paisajes y palabras. Lo que antaño eran balbuceos, dudas e incertidumbres se ha transformado ahora en firmeza, seguridad y solidez a la hora de encarar proyectos creativos. En un mundo confuso y contradictorio donde el libro vive momentos de nubes y temblores impredecibles, normales en toda transformación cultural y de mercado, esa generación de escritores ya cuarentones carga con la responsabilidad de plantar cara a la ofensiva de banalización que diezma al público y alborota a las editoriales en busca de platos precocinados o bebidas solubles con los que competir en los supermercados con las lechugas. Hoy sería imposible reunir a 18 escritores menores de 30 años con el perfil de los reunidos Iria Flavia, así que se puede concluir que este segundo encuentro, donde se ha debatido hasta la extenuación sobre todo lo escrito y por escribir, ha vuelto a unir a los últimos mohicanos de la literatura española, empeñado en ganar una batalla que se prevé larga y dura. Tienen algo a su favor: la palabra y el espíritu mágico de Iria Flavia.