Los retrasos acumulados en la adjudicación de las obras del AVE gallego y las nuevas dudas arrojadas en el Congreso por la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, sobre los plazos para ponerlo en servicio han vuelto a encender la alarma en la sociedad gallega.

Galicia terminó el siglo XX siendo la última autonomía española en disponer de las autovías con la Meseta y está a punto de agotar la primera década del siglo XXI sin tener garantizado un calendario de adjudicaciones y ejecuciones del AVE. Dieciséis años después del estreno de la primera línea de alta velocidad Madrid-Sevilla con motivo de los fastos de la Exposición Universal, y cuando estos trenes surcan ya buena parte del territorio español, Galicia sigue esperando.

A la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, no se le debe pedir entusiasmo con las obras en Galicia, ni siquiera que los gallegos le caigamos más o menos simpáticos, sólo que cumpla lo prometido por su jefe, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Esto es, que el AVE llegue a Galicia en 2012. Por eso, causan si cabe todavía más indignación sus desafortunados comentarios cada vez que se refiere a las infraestructuras que su departamento nos debe. Primero fue su célebre estreno en la anterior legislatura cuando aludió al Plan Galicia como "ese plan de mierda", y como colofón su graciosa frase de hace unas semanas en el Congreso cuando confesó que se le ponían "los pelos de punta" cada vez que tenía que hablar de los plazos del AVE a Galicia para evitar comprometerlos.

Ante semejante panorama, no cabe duda de que a quien le ha puesto los pelos de punta la ministra es al presidente de la Xunta, el socialista Emilio Pérez Touriño, a su gobierno, y a todos los gallegos. ¿A quién habrá que creer, a José Luis Rodríguez Zapatero, quien hace sólo tres meses acudió a Galicia para pedir el voto prometiendo que si ganaba el AVE gallego iba a ser la prioridad de su legislatura y estaría acabado en 2012, o a la ministra a la que ordena ejecutar sus promesas, a la que por cierto y para disgusto de sus compañeros de partido en Galicia, él mismo ratificó en su nuevo Gobierno?

Galicia no puede permitir de los Ejecutivos de Madrid más marginación ni más incertidumbre sobre una infraestructura crucial para la competitividad de su economía y su pleno desarrollo. No más bromas, no más palabrería. Difícil ya creer a una ministra, a la que pese a sus gracias y su gestión en esta tierra, los nacionalistas del BNG la salvaron de la reprobación en el Congreso en la pasada legislatura. A la vista de su equivocación, ahora es la parte nacionalista de la Xunta la que ha encabezado la revuelta para fiscalizar en una comisión el seguimiento de las obras del AVE. Bienvenida sea, aunque llegue tarde, al final de una legislatura en la que hubo motivos de sobra para ponerla en marcha desde el principio. Ahora, la sombra electoral, a ocho meses de los comicios gallegos, lo contamina todo.

Tal vez sea la hora de exigir un pacto escrito de Gobierno a Gobierno, como el que en 1991 firmó el entonces presidente gallego Manuel Fraga y el ministro de Obras Públicas, Javier Sáenz de Cosculluela, para asegurar que las autovías se acabasen en 1995. Un acuerdo que obligaba al Ministerio a destinar un 20% de su presupuesto a Galicia, si no cumplía con los plazos, además de constituirse una comisión mixta Gobierno central-Xunta para vigilar su ejecución. Y aún así, un elenco innumerable de contingencias, desde las climatológicas hasta las burocráticas, terminaron por alargar los plazos hasta el año 1999.

Por eso, la Xunta debe dar un paso al frente y exigir a su Gobierno amigo en Madrid un acuerdo escrito, con luz y taquígrafos, con plenas garantías, ante los nubarrones de una crisis económica que amenaza con minar el gasto público y mermar las obras. Galicia no puede pagar más platos rotos. Frente a la ambigüedad de la ministra, contundencia. Frente a las promesas, pactos por escrito.

Y en ese acuerdo, ha de figurar en letra mayúscula el AVE a Vigo, que la Xunta ha dejado de reivindicar en medio del silencio en el que Madrid lo ha envuelto. Por si acaso se les ha olvidado a nuestros gobernantes, la alta velocidad a Vigo por el Sur de Galicia es irrenunciable y todos los partidos se comprometieron a ello. Y Vigo y el Sur de Galicia no pueden pagar tampoco los platos rotos.