No es cuestión de poner en tela de juicio las palabras de la ministra de Fomento, cuando reitera en el Parlamento, que Galicia tendrá tren de alta velocidad en el año 2012. Sin dudar que ello pueda ser así, los plazos de ejecución de obra no parecen coincidir con la manifestación de la ministra. Y lo que no aclara la responsable de la obra pública del ferrocarril es si esa es la fecha para toda Galicia o si es la que se baraja sólo para una parte.

La esperanza de poder viajar en trenes de alta velocidad desde Vigo o hacia Vigo es lo último que perdemos los que residimos en la ciudad más importante de Galicia. Los plazos, no obstante, son tercos y la cosa de la técnica constructiva también. A todos nos gustaría que las buenas palabras de la ministra -que por cierto sigue sin visitar esta ciudad oficialmente- se plasmen y que dentro de cuatro años todo sea un ir y venir de trenes hacia el norte de la Comunidad Autónoma y hacia la Meseta. Se lo agradeceríamos todos. Sus compañeros de partido algo más seguramente, por aquello de defender a la propia ministra y a sus calendarios desde hace años.

Lo que no sería de recibo es que, una vez más, Vigo quedase para el final. No se entendería que los vigueses y los residentes en su amplia área metropolitana permaneciesen, otra vez, viendo cómo en otros lugares de la geografía gallega sí se cumplen los plazos y aquí a la espera.

Las buenas palabras de la ministra deberán ser realidades en cuatro años. Son ya muchas las promesas que se han quedado en el camino desde hace décadas. Una más no sería entendible por el ciudadano vigués. Esa esperanza de que se materialice el calendario que llega desde Madrid mantiene una llama encendida. Lo mejor es que no se apague o se consuma.