De modo que, por si alguna duda quedase todavía sobre los efectos anestésicos del poder en la memoria -y en la vergüenza- de quienes llegan a lograrlo, podría utilizarse para eliminarla el dictamen de esa extraña comisión de investigación que acerca del caso de la agente electoral del PSOE se inventaron sus señorías. Y conste que no hubo, en la conclusión, margen para la sorpresa; al fin y al cabo esto es como lo de Juan Palomo, que se lo guisan y se lo comen los que tienen mayoría, y a los demás les dejan los restos que, además, convierten en un trágala.

Quedó dicho no hace demasiado que lo ocurrido en el asunto era un auténtico chanchullo -y encima cutre, porque aquí el nivel no llega a más- en el que se dan algunos perfiles dignos del más agudo de los esperpentos del mejor Valle-Inclán. Hay un pícaro -o pícara- necesitado, un pardillo o pardilla con cierta influencia -que usa para buscarle un empleo, aún temporal, a su pariente-, una Administración que se limita a visar los papeles sin comprobarlos demasiado, y algún listillo que quiere ir por lana y sale trasquilado. Y a partir de ahí, una especie de opera bufa.

Nada hay nuevo bajo este sol, conviene insistir: ha ocurrido otras veces, y sigue ocurriendo allí donde hay pícaros, pardillos y listillos, corriendo los gastos a cuenta del contribuyente, claro, que para eso está. Lo malo de este nuevo episodio es que lo protagonizan o lo justifican algunos que no hace mucho juraban solemnemente que llegaban para cambiar todo eso, para que "nunca más" se repitiese, pero que al final se ha visto que también ceden a lo que alguien llamó erótica del poder y que habría que empezar a incluir más bien entre la pornografía.

Es, probablemente, cierto que no ha habido en este suceso una trama delictivo-electoral -como interpretó el PP- a gran escala, pero es seguro que no ha sido tampoco sólo lo que quiere hacer ver el PSOE con el buen oficio de coadjutor por parte del BNG para cantarle los latines. Lo que sí está claro, seguramente para los ya escépticos, es que por el camino se han quedado cosas más importantes que la que se investigaba, y que ya sería hora de conocer; y, además, parte de la confianza en este Parlamento -¿le llamaría el señor Beiras parlamentiño?- y sus miembros. Y no es poco.

Ahora, y en sede parlamentaria, lo que queda es la bronca entre todos los actores; y no porque les remuerda la conciencia, que de eso no se gasta mucho en su función, sino simplemente, porque se dieron cuenta de que casi todos ellos han quedado a culo pajarero y pretenden endosarse lo peor del "marrón", no sea que, al final y de tanto tragar, acabe por asfixiarles atravesado en su garganta.

¿Eh...?