Así que, medidas las fuerzas en el PP, y comprobado que son muchos más los que están por cambiar la táctica -la estrategia es otra cosa, y para saber si también aún habrá de transcurrir un tiempo-, parece muy probable que los gallegos sean de los primeros en despachar un dictamen sólido sobre el futuro que le espera al proyecto.Y es que los congresos, incluso los complicados -que lo fue- como el que viene de vivir la derecha española son una cosa y las elecciones otra, como diferencia hay entre los militantes y los votantes, Pero Grullo dixit.

La ocasión gallega servirá, sobre todo, para medir mejor que otras -la que podría ser anterior en el País Vasco tiene circunstancias peores y más complejas- hasta qué punto es amplio el criterio del nuevo PP para dialogar con los nacionalistas. Y es que aquí no solamente sería necesario un ejercicio teórico para medir si los Populares quieren volver a la Xunta: lo muy previsible es que en la práctica necesiten apoyos, directos o indirectos, de otros, y ésa será una oportunidad excelente para aquellas mediciones. O al menos para un intento serio de hacerlas.

La prueba "del nueve" para comprobar hasta dónde está dispuesto a llegar el PPdeG, es sin duda la del Estatuto y su reforma, que incluye el hasta ahora principal escollo que es el de la definición esencial de Galicia. Desde entonces han surgido otros, el de la lengua por ejemplo, pero no parece que ninguno sea invencible si realmente existe intención de añadirle al nuevo distinto talante una praxis distinta y menos crispada que la del Partido Popular en los últimos cuatro años. Y algún lastre parece estar soltando.

Claro que para que todo eso sea posible se necesitará más gente dispuesta a entenderse. Una la del PSOE, aparente adalid del diálogo, pero tampoco será sencillo: primero porque ambos van a disputar directamente una parte del voto y, segundo, porque los socialistas predican mucho sobre el valor superior de los acuerdos pero dan poco trigo y, sobre todo porque suelen confundir la negociación con el diktak que apenas deja a quien se sienta con ellos otra fórmula de respuesta que decir amén.

En todo caso, la ocasión habrá de probarse también con el BNG. Algo que en teoría resulta más complejo -y ya que intentaron los señores Fraga y Beiras-, pero que sin embargo no ha de excluirse ahora a la vista de las circunstancias: el propio cambio del PP, la crisis económica e incluso el descoste electoral que a los nacionalistas les puede suponer su pacto con el PSdeG. Y ese detalle podría facilitar la exploración de fórmulas distintas sobre todo cuando los socialistas reiteran que su desideratum es gobernar solos.

¿Eh...?