Así que, a la vista de lo que pasa -o, por mejor decir, de lo que no pasa -debería extrañar poco que cada vez sean más las voces que, en Galicia, se pregunten cuál es la razón del ritmo lento que para ciertas cosas de este país se está imponiendo desde Madrid. Y no se trata, esta vez -que podría- de las infraestructuras, ferroviarias u otras, sino, sobre todo, de asuntos de pura gestión política y, para ser del todo exactos, de las transferencias de varias competencias pendientes. Que se comprometieron varias y que, por ahora, no han salido aún del limbo de los justos.

Dicho lo anterior, conviene añadir otro dato en paralelo: el impasse no sólo perjudica financieramente a este país, que padece lucro cesante al no desarrollar todas sus capacidades, sino también, y sobre todo, políticamente. Si Galicia no cuenta con un Estatuto reformado -lo que la sitúa en inferioridad con las comunidades que sí lo tienen- y tampoco dispone de la alternativa que el señor presidente Pérez Touriño anunció, y que era el máximo aprovechamiento del vigente, es que algo importante falla. Y si eso sucede hay que corregirlo lo más rápidamente posible.

Algunos observadores han dicho ya en varias ocasiones que hay algo -otra vez- de revisionismo en la estrategia del PSOE. Varios de entre los analistas más audaces han llegado incluso a afirmar que, en cierto modo, la actitud de Moncloa recuerda los tiempos de la LOFCA, y explican el cambio en una valoración pre y, sobre todo, post-electoral del señor Zapatero. Convencido, parece, de que la política de dureza frente a los nacionalismos le da sus votos, el señor presidente parece decidido a acentuarla. Alguien llamó a eso "neojacobinismo", y a saber si sí.

Es evidente, en todo caso, que esta otra desaceleración perjudica, como queda dicho, los intereses generales del país y, por lo tanto, precisa una respuesta adecuada. No se trata de abrir heridas, de plantear batallas o de elaborar estrategias agresivas: sólo de defender el bien común de los gallegos que pasa, no por el victimismo o la pedichonería, sino, en todo caso, por reclamar lo que es de justicia y de Derecho, y en concreto las transferencias pendientes. Eso es lo que ha hecho quien debe, que es la Vicepresidencia, y merece un apoyo social y político pleno y sin fisuras.

Parece la hora de. sin alharacas, forjar una masa crítica suficiente que dinamice las legítimas reivindicaciones gallegas y, a la vez, haga ver en el exterior del viejo Reino que la tarea de dotar de contenido real a lo que en teoría se proclama es algo que por todos se asume y todos están dispuestos a defender. Con talante y diálogo, y para que nadie se llame a engaño, ahora y cuando lleguen las elecciones. ¿Eh?