Los referéndum los carga el diablo, sobre todo cuando la pregunta no es concreta y directa y los aspectos que contempla no son demasiado cercanos a los ciudadanos. Europa es el paradigma que puede reunir esas condiciones. Entonces, cuando se convoca una consulta por obligación, sin entusiasmo, surgen de las esquinas de las sociedades quienes tienen deudas pendientes de saldar con el poder, azuzan los bajos instintos de los votantes y revuelcan los grandes proyectos que no han sido presentados con talento. Ocurrió en Irlanda, uno de los países más beneficiados por la Unión Europea se ha dado el lujo de bloquear su desarrollo.

El segundo principio que hay que aceptar es el de que cuando se hace una consulta se está dispuesto a aceptar un resultado contrario al que se pretende. Los políticos irlandeses fueron al referéndum sin entusiasmo, pidiendo el 'sí' obligados por un trámite constitucional y se han encontrado con el 'no'. Todos éramos conscientes del peligro; pero allí no se presentó ningún líder europeo para hacer campaña con los políticos irlandeses para explicitar el reto que suponía la consulta. Era un trámite realizado desde la inconsciencia de que se podía perder.

Y, ahora, ¿qué? Pues a manejar el asunto con astucia para conseguir que donde se dijo 'no' se consiga el 'si'. Esa ha sido la respuesta de los líderes de Europa: hay que seguir y hay que pedir al gobierno de Irlanda que invente una triquiñuela jurídica -incluso convocar un nuevo referéndum- para desbloquear el desarrollo de la Unión Europea que está lastrada por los sucesivos fracasos de la Constitución y ahora el Tratado de Lisboa.

Algo grave está pasando para que uno de los más bellos procesos políticos de la humanidad se tambalee. Hay ausencia de liderazgo, crisis ideológica para explicar los sacrificios que hay que hacer en el área de la soberanía para que la resultante sea beneficiosa para todos.

La Unión Europea ha crecido demasiado rápido y en direcciones que no han sido comprendidas. Tal vez ocurra que cuando un ciudadano irlandés mire para oriente y observe al presidente de turno de la Unión, en este caso el de Lituania, no entienda que tenga que ver con él. Asumir a los países e la órbita soviética era una necesidad pero difícil de digerir. Ahora somos veintisiete, pero tal vez no nos sentimos tan homogéneos. Será cuestión de persistir, pero con entusiasmo, por favor.