Siguiendo su inveterada costumbre de marear la perdiz en lo que atañe a las obras de Galicia, la ministra de Fomento volvió a contestar ayer con un galleguísimo "por un lado ya tú ves y por el otro, ¿qué quieres que te diga?" a la pregunta de un ingenuo congresista empeñado en conocer la fecha de llegada del AVE a este reino. Y eso que Magdalena Álvarez es andaluza.

Experta en vaguedades, Álvarez podría haber contestado que el tren llegará cuando tenga que llegar o que con la antigua Renfe nunca se sabe; pero en lugar de eso se limitó a mandar a los gallegos un tierno mensaje de esperanza. El Gobierno "espera", en efecto, que el ya mítico tren de alta velocidad haga su entrada triunfal en los andenes de Galicia "dentro de esta legislatura".

Si las expectativas gubernamentales se cumpliesen -aunque sólo fuera por una vez-, eso significaría que los galaicos podríamos circular sobre raíles a 200 por hora allá para el año 2012; pero no conviene sacar conclusiones apresuradas. Más que nada, porque la propia ministra aclaró a continuación que el plazo comprometido por su ministerio anda en torno a los "cinco o seis años: en el horizonte de 2012". Dado que, salvo error u omisión, estamos ya en el 2008, basta hacer una simple suma para deducir que el cálculo horizontal de Álvarez nos llevaría al 2013 o al 2014.

Pero aún hay muchas más fechas entre las que escoger, como es natural. El pasado mes de noviembre, sin ir más lejos, el Ministerio de Fomento proclamaba en gráficos a todo color que el legendario tren-bala saldría disparado hacia Galicia "en el horizonte" del año 2020. Horizontes lejanos son esos, sin duda; pero al menos contábamos ya una referencia aproximada a la que atenernos.

Infelizmente, la revista oficial del departamento en el que Álvarez ejerce de maquinista acaba de añadir nuevas incertidumbres a este ya de por sí complicado embrollo de fechas. Aventura la mentada publicación en su último número que el AVE a Galicia entrará en servicio durante "la próxima década", lo que más que un cálculo o siquiera un pronóstico viene a ser una adivinanza propia de la bruja Lola. Tanto puede referirse al 2010 como al 2019, data esta última que en efecto se aproximaría al "horizonte" del 2020 que el mismo ministerio publicitaba hace apenas medio año.

Lejos de exasperarse, los gallegos debieran tener en cuenta que los retrasos eran precisamente la imagen de marca de la vieja Renfe, ahora rebautizada con el más moderno nombre de Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF). Nada parece más natural, en consecuencia, que un AVE inicialmente anunciado para el año 2010 fuese pospuesto al 2011, luego al 2012, más tarde al 2020 y, por último, a una fecha indeterminada de esta legislatura o de la próxima década.

Puede que nos crezca la barba hasta el suelo mientras esperamos en el andén, pero a eso ya debiéramos estar acostumbrados los gallegos -gente de famosa paciencia- tras aguantar los retrasos de horas y las frecuentes averías que hicieron legendaria a la Renfe. Particularmente, todo hay que decirlo, en este reino al que la compañía sigue destinando el material más o menos arqueológico sobrante de otros territorios autónomos.

Todo lo malo será que el constante baile de fechas y plazos del AVE al que tanto cuesta levantar el vuelo en Galicia lleve a los peor pensados a creer que la ministra Álvarez está practicando la famosa técnica del mareo de la perdiz. Una expresión de origen cinegético que, como es sabido, significa "perder el tiempo en rodeos o dilaciones que obstaculicen la resolución de un problema".

Si tal fuese el caso, no hay que buscar más explicaciones al misterio del tren-foguete. De tanto marearlo, el AVE gallego está a punto de convertirse en una perdiz, especie caracterizada precisamente por su tendencia a volar bajo. Y con la distancia que hay de Madrid a la remota Galicia...

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