Primero nos contaron que las ideologías podían cambiar el mundo pero luego corrigieron: está bien así y el mercado no deja tocarlo. No quedaba más taller de reparación que la psicología para cambiar una pieza fundamental: la percepción. El mercado ofrece abundante ayuda psicológica: la personalizada que se anuncia con placa en los portales y la que dan las revistas dominicales y las de perfumes y bragas, los libros de autoayuda y el budismo compatible. "Psicolage": constrúyase usted mismo en su propia habitación orientada según el feng shui. Estábamos aprendiendo a respirar con el diagrama contra el estrés cuando empiezan a surgir nuevas utopías, y cotizan en bolsa.

Amnistía Internacional denuncia que no se respeta un solo derecho humano en el mundo cuando una empresa proclama que tienes derecho a Internet y otra propone una nueva conciencia con una versión de carne y hueso en la pandilla de "Mafalda" y del individualismo de "Calvin y Hobbes". Niños concienciados que quieren hijos y niños egoístas que quieren montar en elefante. "¿Acaso hay algo más apasionante que cambiar el mundo". Casi convencidos de que lo más apasionante era salir de Endesa como Manuel Pizarro, con 18,5 millones de euros, la publicidad social ilumina una nueva conciencia sin precisar el fondo pero con la inconfundible forma de la propaganda que nos convenció de que el mundo se podía cambiar. Qué tranquilizador.