A estas alturas, y visto lo que ocurre casi cada semana con el desdichado botellón, pocos habrá que no deseen -y fervientemente- el éxito para la campaña que ayer mismo anunciaba la Consellería de Sanidade y que,en síntesis consiste en el envío de mensajes tipo SMS a los/as jóvenes advirtiéndoles de los efectos colaterales que provocan el alcohol y las drogas. Es otro intento en la búsqueda de rebajar primero y después reducir al mínimo posible -porque eliminar es otra cosa- el consumo, y por tanto merece colaboración leal y esfuerzo colectivo.

Dicho lo anterior, no es de extrañar que en algunos sectores sociales se eche de menos otra campaña parecida, sólo que dedicada específicamente a los Ayuntamientos, a los comerciantes y a los padres y madres, triángulo sin el que nada será posible de cuanto quiere la Xunta. Aquellos porque tienen la competencia en aspectos claves de las concentraciones juveniles, éstos porque su papel es aún más trascendental y, en fin, los comerciantes y hosteleros porque, aunque no son policías, tienen una función que desempeñar a la hora de cumplir las normas vigentes.

La mayor parte de los especialistas coinciden en que nada será posible sin que participen esos u otros sectores sociales, pero sobre todo sin que el nivel de información de los jóvenes resulte muy elevado. A día de hoy un bebedor novel debe tener claras las consecuencias no ya de los excesos -que eso más o menos ya se sabe- sino del uso repetido y frecuente del alcohol incluso aunque no se llegue a los topes insensatos que suelen verse cada semana. Y con algo todavía más claro, además: la ingesta nada tiene que ver con la libertad, sino con la dependencia.

Y es ese marco, el marco de la libertad, en el que ha de fijarse todo cuanto al botellón se refiere. Los padres y madres han de saber marcar los límites de la de sus hijos/as, pero sobre todo entender que ocuparse de ellos, estar pendientes de sus actividades o de sus amistades no implica un "control dictatorial" sino una norma de buen gobierno familiar que hace la convivencia más ordenada y los problemas fáciles de resolver. Algo que puede parecer sencillo de predicar, pero que a la hora de la verdad resulta extremadamente complicado de concretar.

En esa línea han de actuar también las Administraciones, con pocas normas, pero claras -o sea, aplicables- y con los medios adecuados para que no acaben en papel mojado y por tanto en precedente de inutilidad. Por eso se pide, rizando quizá el rizo argumental que los mensajes de Sanidade lleguen también a los alcaldes y a los que se encargan de cumplir sus instrucciones. ¿Eh...?