Lo curioso de la papeleta que Ibarretxe mostró esta semana al mundo es que estaba plastificada. Sería interesante saber qué le impulsó a tratarla de ese modo. Los adolescentes, cuando obtienen el primer carné de identidad, sacan una fotocopia de él y la plastifican, para que parezca de verdad. Y el de verdad lo guardan donde no puedan perderlo. La plastificación añade un plus de seriedad, de autenticidad, de rigor (de rigor mortis, en este caso). ¿Qué más cosas se plastifican? Las rodajas de chorizo y de lomo, para que duren más. Una rodaja de mortadela al aire libre se seca en dos días. Plastificada, aguanta varios meses. Quizá la papeleta de Ibarretxe, sin plastificar, se hubiera podrido antes de la rueda de prensa. Envasada al vacío, en cambio, aguantará meses, incluso siglos, ya que el plástico no es biodegradable. Cuando dentro de mil o dos mil años el mundo se acabe y vengan los extraterrestres a hacer arqueología, encontrarán la papeleta de Ibarretxe, ya ves tú. Lo difícil será que la entiendan, aunque dispongan de una inteligencia superior, o quizá a causa de eso. Nos pareció, por cierto, que el lehendakari tenía la mejilla irritada, como si hubiera intentado plastificarse también el rostro. No hace falta, lo tiene tan duro que los extraterrestres lo encontrarán intacto.

Hemos dicho dentro de mil o dos mil años, pero el fin del mundo podría ocurrir mañana mismo, o pasado mañana, y no sólo por la crisis económica, que también, sino porque está aumentando la temperatura de la Tierra, su fiebre. Acabo de leer que los peces emigran todo el rato. Van de un lado a otro sin encontrarse en ninguno porque ha subido también la acidez del mar. Decir que el mar está ácido equivale a afirmar que la Tierra tiene ardor de estómago. Y dispepsia. Siempre ha pensado uno en el océano como en el estómago del mundo. Ahí se suceden las digestiones, las absorciones, las transformaciones. Lo que hace interesante al mar es lo que tiene de vientre, de aparato regulador del resto del cuerpo. Mal asunto que le haya subido la acidez, en parte por culpa de los bidones de plástico que se arrojan por la borda de los barcos. El plástico produce acidez. No había más que ver la cara de Ibarretxe cuando mostraba su papeleta plastificada para entender lo que decimos.

¿Desaparecen, pues, los nichos ecológicos? Parece que sí, al menos que demos a la palabra nicho su acepción más siniestra. Desaparecen, pues, los nichos ecológicos que son sustituidos por los campos de refugiados. Cada vez hay más campos de refugiados para el hombre, pero también para los animales. Ves una piscifactoría y te parece un campo de refugiados. Ves un zoo y te parece un campo de refugiados. Ves una reserva africana y te parece un campo de refugiados. La Tierra entera empieza a parecer un campo de refugiados. Siempre queda la posibilidad de arrojarse al mar, pero el mar está más caliente de lo debido y tiene una acidez excesiva.

No quisiera uno parecer pesimista en unos momentos en los que la inflación e Ibarretxe están haciendo de las suyas, pero resulta que la ansiedad alcanza ya al 47% de la población, 15 puntos más que en 2001. La ansiedad provoca en los seres humanos los mismos efectos que la acidez en los peces. Les obliga a ir de un lado a otro sin encontrar reposo en ninguno. Hay personas que combaten la ansiedad cogiendo quince autobuses al día, en la esperanza de llegar a algún sitio donde encuentren la paz. El problema de la ansiedad es que, aunque venga de fuera, se instala dentro, por lo que resulta enormemente complicado huir de ella. Como huir del agua para un pez.

De modo que mientras observaba a Ibarretxe mostrar su papeleta plastificada al mundo, por la parte inferior de la tele pasaban, en plan subtítulos, el resto de las noticias del día. Y todas eran más malas que buenas. Entre las peores, la subida del petróleo, que provoca un efecto dominó cuya última ficha eres tú, tú mismo, sí, sentado en salón de casa, frente al aparato de plasma (sanguíneo). Ganas tienes de salir a llenar el depósito del coche en la convicción de que hoy te costará más que ayer pero menos que mañana. Está tan cara la gasolina que da pena utilizarla para el automóvil pudiendo beberse. Póngame un vaso de gasóleo, para la acidez de estómago. Dado que el plástico es también un derivado del petróleo, dentro de nada nos costará un ojo de la cara plastificar el chorizo o el salchichón. Costará un ojo de la cara plastificar una papeleta. Pero Ibarretxe no repara en gastos porque es de Bilbao (supongo).