Ahora mismo, cuando los expertos dicen que lo más agudo de la crisis -porque ya sólo los muy oficialistas hablan de desaceleración- está por llegar, y de hecho en esta semana el Gobierno rebajó otra vez su expectativa de crecimiento para 2008, aún hay sectores que se aferran a que lo mejor es ser optimistas, abrir el paraguas y esperar a que escampe el aguacero. Entre ellas, y eso es aún peor varias de las sociales, cuya misión principal debería ser la de agarrarse al terreno y conectar del modo más estrecho posible con sus habitantes.

Dicho lo anterior quizá proceda aclarar que no se trata de formular reproches conjuntos hacia los sindicatos todos o a varios de entre ellos, pero sí de advertir que las fórmulas que recetan para resolver los males no se adecuan a lo que parece el meollo de la cuestión actual. Porque lo que hoy sufre el sistema no es una crisis estructural ni tampoco el fin de un ciclo: muchos expertos dicen que la crisis es financiera, afecta a las entidades que normalmente facilitan la liquidez para hacer posible la dinámica económica y, por tanto, las recetas que no tienen eso en cuenta no procuran remedio.

Así las cosas, cumple añadir algo propio de Pero Grullo, pero no por ello innecesario: los problemas actuales afectarán, como los demás, a quienes menos recursos tienen, como siempre, pero en esta ocasión el daño será aún mayor porque se centra en la financiación de muchas actividades que en ocasiones anteriores renquearon pero tuvieron como último recurso el crédito. Ahora se niegan a concederlo incluso aunque se acompañe la petición de todo tipo de garantías, y eso supone un "plus" de complicación y de desánimo.

Con semejante panorama, y las pymes en medio del huracán, la estrategia de los sindicatos para defender en la medida en que se pueda a los trabajadores, tendrá probablemente y para ser eficaz que cambiar y elegir como prioridad, ya no tanto el nivel salarial, cuanto la continuidad de los puestos de trabajo. Primero porque son garantía de una cierta pax social y, segundo, porque pretensiones mayores, o rigidez en la exigencia llevarán quizá a obtener, aún con apuros, algo de pan para hoy, pero a buen seguro hambre para mañana.

La templanza y la capacidad de diálogo, pues, habrán de estar presentes en la estrategia sindical para apretar sin ahogar, pero también en la posición de los empresarios. Porque muchos habrán de entender, no sólo que la época en que se ataban los perros con longaniza y los beneficios crecían exponencialmente se ha terminado y que habrán de conformarse con resultados muy ajustados, sino que deberán asumir que el empleo que proporcionan es un bien social y por tanto tendrán que defenderlo recortando si es posible sus márgenes de ganancia. Lo que puede ser utópico, pero es, y más vale que lo asuman todos. Por si acaso.

¿Eh...?