La nostalgia es un error cronológico que afecta al presente. Como la melancolía, se puede disfrutar pero se recomienda en pequeñas dosis. La nostalgia no me va a llevar de nuevo a "Historias selección", aquellos libros de la Editorial Bruguera en los que se leía "Ivanhoe" o "La isla del tesoro" sin leerlos. La colección es fácil de recordar para los mayores de cuarenta. Cada tres páginas de texto ("letra", decíamos), una de cómic ("dibujos") que resumía, en paralelo, la historia. En la portada, hermosas ilustraciones para el gusto infantil de la época. En el lomo, retratos de los protagonistas.

Aquellos libros de dos medios -la escritura y el cómic- no hacían un entero. El texto era una adaptación resumida, reescrita a tanto el metro, aunque en la portada leyeras el título y el nombre del autor original sin más indicaciones. Los educadores criticaban mucho la historieta. Las adaptaciones a cómic no eran buenas pero, al menos, ensayaban otro medio. Pero la reescritura es otra cosa. Es verdad que hemos leído muchos libros que no hemos leído también en traducciones libérrimas de idiomas que no eran el original y textos amputados por la censura, sin aviso alguno, pero estamos en otro tiempo. Estas "Historias selección" se reeditan ahora con una llamada a la nostalgia que perpetúa un abuso infantil de tiempos peores bajo el sello de una editorial que maltrató a autores y lectores (y también consiguió obras interesantes en medio de aquella miseria). Nada que objetar a quien quiera comprar en euros su memoria en pesetas pero mejor no perpetuar en niños de hoy el error de leer a Salgari, Verne o Dumas sin que sean Salgari, Verne o Dumas.