Bueno, pues ya está: Esperanza Aguirre ha dejado claro que nunca ha tenido intención de presentarse como alternativa a Rajoy en el próximo Congreso del PP sino que desde el principio ha reclamado un debate interno no tanto de lo que es el partido de Génova como de por qué se han perdido dos elecciones y cómo plantar cara a las estrategias del PSOE. ¿Todos tranquilos ya? Me temo que no.

Aguirre ha tenido el valor de poner el dedo en una llaga que, sin ser demasiado profunda, conviene que drene cuanto antes porque lleva abierta mucho tiempo sin que nadie en el PP quiera mirarla más que de pasada. Hay problemas en Asturias, en Andalucía, en Cataluña, en Euskadi y está por ver -y muy pronto- si en Galicia se tomó la decisión correcta. Hay problemas porque en los pasillos del PP desde hace cuatro años se dicen cosas que luego se silencian en los despachos y hay problemas en el PP porque la metáfora de la piña, aplicada a los partidos, en el siglo XXI carece de sentido, sobre todo estando en la oposición. El poder une, pero si no hay coherencia interna, termina desperdigándolo todo. Le pasó a UCD de forma clamorosa y hasta cierto punto a González. Le pasará a Zapatero porque el PSOE de hoy es absolutamente piramidal y tiene su sede en Moncloa y no en Ferraz y le está pasando al PP con estas adhesiones inquebrantables de los prebostes que tanto daño hacen.

Aguirre lo ha vuelto a decir: no se trata de cambiar una persona por otra sino de reflexionar, hacer autocrítica y renovar entre todos la maquinaria. Porque un partido, dejémonos de romanticismos, no es más que eso: una máquina que hay que actualizar, poner al día, añadirle componentes nuevos y, si en necesario cambiar piezas, pues habrá que cambiarlas para que siga siendo competitiva y productiva. Pero la presidenta de la Comunidad de Madrid no ha eludido tampoco algo que ha chirriado demasiado en esa máquina. Dijo que no se sentía aludida por la invitación de Rajoy de mandarla a un partido liberal; hasta ahí la elegancia y desde ahí la verdad: ahora bien, si la mayoría de los medios han interpretado que lo dicho por el presidente del PP iba por ella, sería conveniente que fuera el propio Rajoy quien lo aclarase. La pelota la ha dejado doña Esperanza en el tejado de Génova y muy probablemente pronto oiremos que en realidad los medios han interpretado mal (será mentira, claro, pero da igual) las palabras calientes de un Rajoy más nervioso de lo habitual.

¿Qué puede pasar en el Congreso del PP? Seguramente no demasiado porque lo importante es lo que está pasando ahora: que el PSOE no va a perder ocasión de atacar por ahí -como es lógico- y que esa herida de la que hablaba al principio llegará ya muy desinfectada a Valencia. Remover la crítica, enfrentarse a la realidad desde dentro, decir lo que uno piensa, en una palabra: utilizar la libertad, es algo que no se lleva bien el los partidos. Pues ya va siendo hora de empezar a practicar desde dentro lo que se reclama para fuera. Que se mire el PP de arriba abajo y tal vez así se hable menos en los pasillos y más en los despachos y en los congresos.