Aunque ningún parte meteorológico informe de tan curioso fenómeno, lo cierto es que una lluvia de dinero está a punto de caer sobre España en general -y Galicia en particular- durante los próximos meses. Adiós a la pertinaz sequía.

Si las previsiones oficiales no fallan, el primer chaparrón descargará billetes sobre esta parte de la Península allá por el mes de julio, cuando el Gobierno devuelva a los contribuyentes más acaudalados un cheque de doscientos euros a mayores de la paga extra instituida por el general Franco.

En total son 6.000 millones de euros los que el ministro de Economía se dispone a regar sobre los españoles como primer plazo a cuenta de la promesa de 400 formulada durante la campaña electoral por el presidente Zapatero.

Pero no acaba ahí la temporada financiera de lluvias. Atento a las necesidades de los más desfavorecidos, el Gobierno gallego acaba de anunciar una paga de idéntico importe -200 euros- con la que complementará los ingresos más bien magros de los 50.000 ciudadanos de este reino que perciben una pensión no contributiva. Esta segunda granizada de dinero caerá en una fecha no precisada del segundo semestre, según avanzó ayer el presidente Touriño.

Mucho más modesta en su alcance, la lluvia autonómica de billetes tan sólo supondrá un desembolso de diez millones de euros que apenas son nada comparados con los 6.000 millones del rumboso Gobierno central. Obsérvese, no obstante, que el de Breogán es un reino de escasa liquidez financiera y bastante menor censo de población que España, detalles que acaso justifiquen la baja intensidad del aguacero de monedas previsto para Galicia.

Diferencias de volumen aparte, las dos ofertas atienden al común propósito de hacer frente a la crisis económica que nunca existió. Por si acaso pudiera existir algún día, el Gobierno español y el gallego han decidido meter en el bolsillo de parte de los ciudadanos una propina más o menos sustanciosa que les permita mantener el nivel de gasto aunque las cosas vengan mal dadas. Dicho en la enigmática jerga de los gobernantes, se trataría de "estimular la demanda interna" y "revitalizar el consumo", de tal modo que las cajas de los comercios, bares y demás negocios no caigan en la sequía.

Todo esto suena muy prosaico, pero en realidad tiene ecos de la Biblia. Al igual que Jehová hizo llover pan -entonces llamado maná- para aliviar el hambre de los israelitas en su travesía del desierto, también ahora los gobiernos ejercen sus teológicos poderes para que del cielo bajen billetes de cien euros. Un novedoso maná que tal vez ayude algo a los gallegos y españoles en general durante su tránsito por el desierto de la crisis que se les viene encima.

Dado que es el Gobierno el que invita y paga la ronda, parece lógico que nadie ponga objeciones a su generosidad (salvo, si acaso, aquellos infelices a quienes por una u otra razón no alcance la lluvia de euros). Lamentablemente, la experiencia enseña que nada es gratis en este mundo y mucho menos los regalos -en metálico o en especie- que los gobernantes puedan ofrecer a sus gobernados.

De hecho, los cuatrocientos euros que empezarán a llover en cómodos plazos a partir de julio no son sino la mera devolución de una parte del dinero que los propios contribuyentes aportaron con anterioridad al Tesoro Público. De esas mismas arcas saldrán también, como es natural, los doscientos euros complementarios que la Xunta va a distribuir entre los pensionistas con menos posibles.

Así, cualquiera invita. Obsequiar a la gente con su propio dinero constituye sin duda un milagro o cuando menos un acto de alta prestidigitación; pero lo cierto es que nadie le va a hacer ascos al convite y eso es lo que importa.

Conste, en todo caso, que el dinero no cae del cielo salvo que Hacienda lo evapore previamente de nuestros bolsillos. Esta lluvia tiene truco.

anxel@arrakis.es