Así que, ratificados los indicios sobre la posibilidad de que la desaceleración económica se convierta en frenazo con riesgo de coscorrón, habría de solicitarse -eso si: con muchísimo respeto- de los estrategas que en la Xunta habitan una mejor explicación de sus reacciones. O, expuesto de otro modo, la cautela precisa para no dejarse llevar por los nervios, pero a la vez articulando mensajes diferentes a ese, tantas veces repetido y por lo tanto ya un poco rancio, según el cual Galicia tiene un plus para resistir mejor los malos tiempos que vienen.

Con las cosas como están, el señor presidente Pérez Touriño no debe extrañarse de que la oposición reaccione como lo hizo ayer, al conocerse la fuerte revisión a la baja de las previsiones que sobre el crecimiento del PIB había hecho su Gobierno. Porque siete décimas menos son muchas décimas, pueden tener efectos presupuestarios serios y, sobre todo, desmienten de facto la euforia con que el equipo económico analizaba -hace menos de dos meses, que viene a ser ayer, como quien dice- las posibilidades de progreso social y material a medio y largo plazo.

Don Alberto Núñez, que maneja la batuta opositora, acusó a la Xunta de mentir, cantinela con que se fustigan de un tiempo a esta parte los políticos de ambas orillas. Referida al equipo del señor Fernández Antonio no parece probable que exista una intención aviesa, sino quizá un exceso de optimismo, acaso inducido por las vísperas electorales, pero al tiempo asentado en datos positivos de los dos años anteriores que, en efecto, presentan un balance favorable. Si fue así, en el pecado llevan la penitencia, pero no merecen la excomunión que reclama el PPdeG.

Es más: con el panorama que dibujó el candidato a la Presidencia del Gobierno de España -que habló de dos años de problemas-, habría sido estupendo que ayer, en la Cámara gallega, se hubiesen oído al menos tantas referencias como en las Cortes a la necesidad de pactos para salir del atolladero que está por venir. Cierto que la culpa -aparte del petróleo, las hipotecas USA de alto riesgo y, por supuesto, Bush- es, en parte, de esta Xunta, como a ella corresponde el mérito de la buena gestión, pero el frenazo es malo para todos y hay que suavizarlo entre todos.

Es en cierto modo lógico que el señor Núñez Feijóo pida responsabilidades y quiera aprovechar las rebajas del PIB para castigar a la Xunta el flanco económico, pero no debe olvidar que los males son sobre todo para los ciudadanos, y que estos no entenderían que se utilicen en beneficio de terceros. Y a la vez el Gobierno gallego tiene que asumir su error de cálculo y procurar no repetirlo, algo que podría suceder si no tiene en cuenta, por ejemplo, que las crisis afectan antes a los que tienen menos que a los que tienen más y que el nivel salarial gallego está quince puntos por debajo de la media estatal. Y ahí no hay plus que valga. ¿Eh?