La angosta bocana de la ría de Ferrol está flanqueada por dos fortalezas -el castillo de la Palma y el castillo de San Felipe- que antaño fueron concebidas como un dispositivo de defensa infranqueable de la gran base naval que la casa de Borbón creó allí para proteger el comercio marítimo con las colonias españolas de América de los ataques de los corsarios ingleses. El fuego cruzado de las baterías y una gruesa cadena de hierro que se tendía entre ambos castillos hacían prácticamente imposible la entrada de una escuadra enemiga. En aquel tiempo, nos recuerda don Ramón Otero Pedrayo en su imprescindible Guía de Galicia, la bahía era limpia y profunda y en sus aguas era desconocido el temible "teredo navalis" un agente patógeno que atacaba la madera de los barcos. Además se daba la circunstancia favorable de que los vientos dominantes propiciaban una rápida salida hacia alta mar. Pasaron los años, Inglaterra perdió sus colonias americanas (con alguna colaboración española); España perdió sus colonias americanas (con no poco apoyo inglés); decayó el poder de los Borbones españoles, que se fueron al exilio; se proclamó una república; y, tras una sangrienta guerra civil, un general ferrolano gobernó el país con mano de hierro durante cuarenta años, al cabo de los cuales (¡la de vueltas que da la vida!) nos dejó como sucesor suyo a otro Borbón. Y casi al comienzo de ese nuevo reinado estábamos cuando se produjo un intento de golpe de Estado cuyo protagonista principal fue el coronel de la Guardia civil Antonio Tejero, que entró con un grupo armado en el Congreso y mantuvo secuestrados durante unas horas a todos los diputados, reunidos allí para elegir un nuevo gobierno. Reconducida la situación, el coronel golpista fue detenido y, pocas semanas después, trasladado a la cárcel militar del castillo de la Palma, que se convirtió en centro de peregrinación de los sectores más reaccionarios de la población española. Las excursiones en autobús y las visitas masivas al preso se sucedían y la cercana villa de Mugardos estaba abarrotada, sobre todo durante los fines de semana. Recuerdo perfectamente el impacto que causaron en la opinión pública las fotos de Tejero haciendo gimnasia en bañador en las terrazas del castillo. El bañador era un modelo antiguo, de aquellos que en los años veinte hacían furor en las playas del Cantábrico. Enterizo de cuerpo, con tirantes, y a rayas horizontales. El coronel fue un personaje muy popular y en la madrileña plaza de Castilla se vendían unas "casettes" con canciones en su honor. Una de las coplas se titulaba, "Tejero, bolas de acero". Yo compré una para regalársela a un amigo muy de izquierdas. Ahora acabo de leer que una empresa privada ha comprado el castillo de la Palma para convertirlo en una balneario de lujo, con el apoyo del alcalde de Mugardos que es militante del BNG, decidido partidario de la polémica planta de gas de Reganosa, e inicialmente imputado en un proceso judicial por supuesta corrupción urbanística. España es un país de contrastes. Es posible que en el balneario acaben colgando unas fotos de Tejero en bañador. Un bañista famoso resulta decorativo en una casa de baños.