Así que, oído lo dicho por el señor Rajoy sobre la oposición que viene, y lo que piensa hacer don Alberto Núñez a la hora de aplicarlo, quizá no esté de más recordarle al líder del PPdeG que lo importante no es sólo que cada maestrillo tenga su librillo, aún adaptado a sus propias necesidades, sino que además lo aplique como debe. Porque, si no, lo más probable parece no ya que resulte un desastre como docente, lo que en sí es bastante malo, sino que sus alumnos recibirán lo contrario de lo que necesitan, y eso es bastante peor.

Y, como ya se ha dejado expuesto muchas veces, no se trata de que la oposición haya de decir amén a lo que pretenda el gobierno. Su función no es ésa, sino la específica -y obligatoria- de controlar de cerca a quienes mandan para denunciar aquello en lo que, a su juicio, se excedan; una tarea clave habida cuenta de lo frecuente que resulta, aquí, la tentación de quienes ostentan poder para extenderlo y para empujar extramuros a todos los que se lo discuten sean políticos, sindicalistas, empresarios y, por supuesto, incluso periodistas con criterio propio, especie rara pero muy incómoda y, en consecuencia, nada apreciada.

En Galicia, del mismo modo que se necesita un gobierno que tenga en su cabeza y como objetivo prioritario el bien general del país -sabiendo que no se consigue creando fronteras sino eliminando las que existan- es preciso disponer de una oposición con un orden de prioridades creado y fijado aquí. Y eso quiere decir que, aún encuadrada en mapas más amplios -al igual que el gobierno-, habrá de considerar antes qué es y de dónde, a la hora de fijar agenda. O sea, como hacen el PP o el PSOE en Europa: forman parte de una internacional, pero lo primero es lo primero.

En esa línea, y desde el respeto a lo que decidan -que faltaría más-, no habrá de molestar a los dirigentes de la oposición actual que se diga que no parece haberles favorecido en los últimos años la política a de cuerpo a cuerpo seguida por su dirección estatal. Cierto que ha perdido por poco, y en circunstancias muy difíciles, pero también que aún así es lo que es. Y de ello se deduce que habrá de cambiar algo de fondo y mucho de formas para buscar, además de la victoria aritmética e insuficiente, la capacidad institucional de gobernar mediante pactos que ahora no tiene

Queda dicho que para eso precisa política propia. Lo que ha de entender el PP del señor Rajoy, pero también la Xunta actual, cuyos socios parecen pretender que el PP haga sólo lo que a ellos conviene, descalificando preguntas, controles e iniciativas que además de lógicas resultan imprescindibles. Una estrategia que no sólo es equivocada, sino desmemoriada, porque olvida lo que hicieron BNG y PSOE en momentos muy duros para este viejo Reino y en los que priorizaron su interés electoral al general de la ciudadanía. Lo que suena duro, pero es cierto.

¿O no...?