Una de las mayores sorpresas que produce la contemplación de la vida política de este país reside en la aparente imposibilidad de los Grupos políticos gallegos para plasmar en un pacto puntos de vista que dicen compartir sobre cuestiones de interés general. Parece como si rondase por los pasillos parlamentarios algún duende gafe que, a la hora de votar, borrase de la memoria de sus señorías algunas de las cosas que decían poco antes en pasillos y conversaciones.

Una de ellas es la propuesta de crear una industria cultural gallega, a través de una Ley específica, que formuló la señora conselleira Bugallo y que en principio ven bien representantes de grupos, sectores e ideologías distintas para los que hay materia y hay oportunidad. Y que además argumentan, con razón, que se trata de un nicho -palabreja que los especialistas detestan, pero que los políticos usan a destajo- de empleo en época en la que sólo por eso ya valdría la pena intentarlo.

Los invitados de FARO están también de acuerdo en la bondad de la propuesta, aunque discrepan sobre el método e incluso alguno, que es el señor López Chaves, sospeche de los motivos reales de la propuesta y crea que tras ella hay un objetivo no de reflejar la pluralidad cultural del país, sino de reducirla. Pero el portavoz del PP apenas presenta pruebas sólidas y por tanto no pasa, el suyo, de un juicio de intenciones que, pasadas las elecciones, suena más bien a hueco.

Es cierto que don Ignacio, que es un político tenaz, cita la reciente presencia de artistas gallegos en La Habana como demostración palpable de su tesis, recuerda que el viaje se pagó -y con generosidad- a cargo de fondos públicos y deduce que ese es el modelo que la señora Bugallo quiere implantar -para los suyos todo y para el resto nada-, pero la razón que pueda tener se refiere a la subvención más que a la industria. En consecuencia, y respetando otras opiniones, no convence.

Lo que sí parece sólido, en cambio, es el dato que admiten los tres de que hay en Galicia material suficiente, sobre todo en los campos de la literatura o el audiovisual, para justificar un impulso a la creación de una industria. Que, habida cuenta de la competencia que existe y el tamaño y experiencia de otros, necesitaría en un principio de ayudas pero que, si se hace bien -y sin complejos-, permitirá crecer en ventas y clientela, y por tanto en empleo, a una actividad que, además, crea cultura.

O sea, que en todo caso es cosa de la señora Bugallo a la que cabe exigir que lo haga; es decir, que cree cultura y que fomente empleo. Y que lo haga comm´il faut en lo intelectual: desde una perspectiva universal, potenciando lo propio como es lógico, pero sin actuar como si el mundo acabase en Pedrafita. Entre otras razones porque también para lo gallego es mucho más ancho.

¿O no...?