Así que llegada la hora postelectoral de pasar las facturas -algo que ocurre entre los que han vencido y los que no, pero que se paga distinto: o en euros, unos, o en cabezas, estos otros-, y con la cola formada, quizá procedan un par de observaciones y alguna reflexión. Lo primera para señalar que en política sirve aquello de la vieja copla sobre el "tanto tienes, tanto vales" sólo que el haber se mide en votos y en actas. Lo segundo para advertir que eso es ley y está vigente, por demasiado mercantil, e incluso algo injusto, que pueda parecer.

Para quienes duden todavía, se pueden poner un par de ejemplos. En la ocasión electoral de 2004, Andalucía jugó un papel político decisivo en la victoria del PSOE, y el nuevo gobierno le despachó, nada más llegar, más de mil millones en concepto de pago por deuda "histórica" que ahora baja a un tercio porque la cosa, aunque bien, no fue tan brillante. Lo contrario que Cataluña, cuyo PSC resultó decisivo en 2008 y ya pasó su factura: quiere nada menos que un reajuste de la financiación autonómica, además de la publicación -como coartada- de las balanzas fiscales.

Con las cosas así, y a la espera de lo que pidan los socialistas vascos, que no será poco ni fácil de abonar, es evidente que al resto de "los" PSOE les queda en la lotería esa especie de pedrea que consiste en "tener algún paisano" en el gobierno. Eso -y salvo excepciones, que las hubo- no sirve para gran cosa práctica, pero se conforman porque suponen que podrán barrer "para casa" los euros sueltos de las grandes partidas que se llevan los otros. Y como el que no se consuela es porque no quiere, de vez en cuando recitan aquello de que menos da una piedra.

Todo eso, aparte de lo que se mueva en el interior del PSOE, puede provocar efectos colaterales graves para quienes hoy por hoy reciben más que aportan y que por ello defienden como esenciales para el equilibrio colectivo los principios de solidaridad y cohesión territoriales. Lo ha visto claro el señor Pérez Touriño, que insistió en su postura contraria a los cambios en el sistema vigente y por tanto a su coartada de las balanzas fiscales. Eso aparte, la pinza entre los nacionalistas y el PSC puede significar un problema interno en la Xunta que don Emilio hace bien en prevenir.

Pero en todo esto hay una reflexión colectiva que hacer: lo que plantean los catalanes puede perjudicar a Galicia, y eso convierte la postura del señor presidente de la Xunta no sólo de defensa de una opinión cualificada, sino de los intereses generales del país, y por tanto debiera recibir el apoyo pleno no sólo de sus socios sino también -aunque lógicamente matizado, que para eso es lo que es- de la oposición. Y en ese sentido habrá, el PPdeG, de reflexionar -y a fondo- sobre algún avance de su dirección estatal que, parece plantear para esta legislatura lo mismo que hizo en la otra: leña, caiga quien caiga.

¿O no?