Mónica Santos es una esgrimista brasileña que guarda una emocionante historia. Con 18 años, estando embarazada, le detectaron una enfermedad que le obligaba a pasar por el quirófano para no quedarse parapléjica. El problema era que tenía que abortar para evitar riesgos. Sin embargo, ella apostó por la vida de su hija.

Paola, su hija, nació en perfecto estado. Fue entonces cuando Mónica decidió someterse a la operación para extirparle un agioma medular; pero ya era tarde. La enfermedad le condenó a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas.

Ahora su hija tiene 13 años y a ella le ha dedicado su primera participación en unos Juegos Paralímpicos, los de Río de Janeiro. Aunque no ha logrado ninguna medalla, a ella le basta con recibir el cariño de su hija, que no ha dejado de abrazarla y besarla tras sus combates.

"Creo que Dios me compensó por no haber matado la semillita que tenía en mí", asegura la bicampeona de América.

Santos ha agradecido a través de su cuenta de Facebook a todos los que la han apoyado y creído en ella durante todos estos años.