Lo que hace cuatro años fue un drama, ayer se convirtió en una de las grandes noticias de la historia del atletismo español. Ruth Beitia, a sus 37 años, se convirtió en la primera mujer que conquista para España un oro en el atletismo. El sueño de toda su carrera deportiva, el que hace cuatro años había dado por inalcanzable cuando tras acabar cuarta en la final disputada en el estadio de Londres la había llevado a anunciar su retirada del atletismo.

Pero volvió. Casi sin querer. Porque hacía mal tiempo y en el módulo cubierto donde trabajaba junto a Torralbo se estaba mejor que bajo la lluvia. Y así, empujada por su entrenador de toda la vida y por su familia inició un ciclo olímpico que le ha valido para aumentar su extraordinario palmarés y para llegar a Río de Janeiro en la situación ideal para pelear por la medalla olímpica. Su capacidad competitiva hizo el resto. Beitia se aprovechó de la ausencia de algunas de sus principales rivales (las rusas, sancionadas en medio de la operación contra el dopaje de Estado) y de uana regular competición que dejó la frontera de las medallas por debajo de los dos metros. Paradojas del destino. Hace cuatro años en Londres saltó dos metros para quedarse a las puertas del podio.

La búlgara Mirela Demireva y la croata Blanka Vlasic, que saltaron lo mismo que la española, pero con más fallos, la acompañaron en ese orden en el podio.

Cuatro años después de su cuarto puesto en Londres, Beitia, triple campeona de Europa, afrontaba su última competición olímpica "en un estado de forma increíble", disfrutando de "la última oportunidad" de cumplir su sueño del podio olímpico que la convertiría en la medallista de más edad de la historia en esta disciplina.

Con victorias en los mítines de la Diamond League de Oslo, Ezstocolmo y Londres, Beitia competía en una pista rápida, como a ella le gustan, en un ambiente de calor húmedo que le recuerda a su tierra, Santander, y después de haber hecho muy buenos entrenamientos de técnica aquí en Río.

El viernes se fue a dormir con este tuit: "A veces.. los sueños se hacen realidad... Buenas noches España". Era una final de alto nivel medio: 17 atletas -todas en el estrecho margen de siete centímetros en el ránking del año- se habían colado en ella mediante la clasificación automática, saltando la marca de 1,94 exigida. La española, con su ojo de experta, previó que para ganar medalla habría que saltar dos metros, pero fue suficiente con tres centímetros menos.

Favoritas

La favorita era Chaunte Lowe, líder mundial del año con 2,01, que cuenta con dos sextos en su experiencia olímpica. La norteamericana, mamá por tres veces, quería despedirse con un oro en sus últimos Juegos. Sólo ella y la alemana Marie-Laurence Jungfleisch habían superado los dos metros este año.

De la misma edad que Chaunte, 32, la croata Blanka Vlasic, doble campeona mundial, quería reverdecer laureles después de una temporada casi en blanco, recuperando su tendón de aquiles. Como las otras veteranas, luchaba por su primera medalla olímpica.

Nunca como en Río la final de altura había ofrecido un duelo generacional tan cerrado. Del lado de las jóvenes, la estadounidense Vashti Cunningham, de 18, hija del jugador de grandes ligas Randall Cunningham, había batido en marzo a Ruth Beitia para conquistar el título mundial en pista cubierta. Aquí, sólo pudo ser decimotercera.

La española fue la primera en intervenir. Lo hizo saltando 1,88, como también lo hicieron las otras 16. Después el listón subió a 1,93. Ruth voló sobre la varilla a la primera. Ahí cayeron cinco, y siete más en la siguiente altura (1,97).

Quedaban cuatro para tres medallas y la española, que no había cometido un solo fallo, seguía primera cuando, junto a la búlgara Mirela Demireva, Vlasic y Lowe, atacó la barra en 2,00 metros.

Ninguna de las cuatro pudo con esa altura. El orden provisional se elevó a definitivo y entonces sí, Beitia sonrió para despedirse de los juegos mientras el atletismo mundial entendía que algo de justicia se había hecho en Río. Ruth Beitia ya puede retirarse tranquila.