Los tres componentes del equipo español de ciclismo de montaña fueron reconocibles a su paso por Río de Janeiro por sus bigotes mexicanos, el talismán que condujo a Carlos Coloma hasta el tercer lugar del podio. Junto al catalán de origen gallego José Antonio Hermida, el riojano inició la tradición y, convencido igualmente de su suerte, el andaluz David Valero adoptó en la ciudad carioca la imagen que definió al trío: un bigote con forma de U invertida, ya habitual en todas las competiciones importantes de los corredores españoles. Los Juegos lo eran para todos, aunque sólo Coloma pudo pisar uno de los tres cajones del podio. Valero, noveno, se presenta como sólida opción de futuro.

Hermida lo había hecho ya en la cita olímpica de 2004 -fue plata en Atenas- pero sus opciones de medalla en Brasil se diluyeron tras un problema con la cadena de su bicicleta nada más tomar la salida.

Desde ese momento, sin embargo, se acomodó en la cabeza de carrera Carlos Coloma. Su alto nivel de competitividad fue lo que le permitió colocarse junto a los dos máximos favoritos al oro en el circuito próximo a Deodoro: el suizo Nino Schurter, vigente campeón del mundo, y el checo Jaroslav Kulhavy, defensor del título olímpico.

Los dos se distanciaron para prorrogar su particular lucha, por lo que el riojano tuvo que aceptar un nuevo pulso por el bronce con el francés Maxime Marotte. Lo batió en la última de las siete vueltas para saborear la conquista de su primera medalla olímpica, un hito que festejó con pases de toreo. El corredor de Albelda de Iregua deja atrás un ciclo de cuatro años que se complicó con una doble operación de hombro.

Una medalla de bronce y una gran sonrisa iluminaban su rostro al término de la prueba. Con ese metal cerrará el último capítulo del documental "Chasing Río", en el que relata su periplo olímpico. El boxeo complementó su método.

El expúgil José Ignacio Barruetabeña, que guió su preparación física junto a Mikel Zabala, descubrió en Coloma "todo lo que un deportista ganador debe tener: esfuerzo, sacrificio, sufrimiento, victoria, locura". "Parece que haya salido de la máquina de fabricar guerreros de élite", subraya el exboxeador.

Él moldeó la "rabia" que acumulaba después de una primera operación fallida y un largo periodo de actividad. Le convenció para incrementar las horas de trabajo sobre el ring, los saltos a la comba y las carreras por escaleras.

Se presentó en Río con la tranquilidad que da la acumulación de carga sobre los músculos y se situó al principio de la carrera junto a Schurter y Kulhavy, primero y segundo, respectivamente. Después, se permitió derribar la oposición de Marotte y saborear la conquista del bronce. "Sabía que si confiaba en mí mismo lo podía conseguir. Para mí es un sueño hecho realidad", dijo el único medallista con bigote.