Una medalla de oro y varios diplomas olímpicos son el botín de la legión gallega que se compitió durante estas dos semanas en los Juegos de Río. El gran triunfador fue Cristian Toro. El palista besó el oro tras imponerse en el K1 200 junto al catalán Saúl Craviotto. El viveirense eleva a catorce el número de gallegos que tocaron la cumbre, alcanzaron la gloria olímpica tras años de esfuerzo en sus respectivas modalidades deportivas.

David Cal es el nombre más ilustre. El morracense mantiene tras los Juegos de Río el honor de ser el español con más medallas en unos Juegos, un total de cinco metales. Su leyenda arranca en Atenas. Cuando hasta mucha gente de la prensa no había reparado en su presencia, el cangués cogió su canoa y conquistó dos medallas, un oro y una plata en las distancias de C-1 1.000 y C-1 500.

El cangués volvió a demostrar su dominio en la modalidad cuatro años después. Cal confirmaba esas opciones para la delegación española obteniendo dos preseas más. En esta ocasión el oro en el C-1 1.000 fue plata mientras que en C-1 500 repitió el segundo puesto cosechado en Atenas. El palista hizo historia en los Juegos de Londres. Sumó un nuevo metal. Ya era el quinto, otra plata. Cal se convertía en el deportista español más laureado en unos Juegos Olímpicos. Hasta ahora ni Mireia Belmonte ni ningún otro ha sido capaz de igualar los registros de este palista que se retiró en marzo de 2015.

Javier Gómez Noya es el otro gran nombre del deporte. El mejor triatleta de todos los tiempos era una de las grandes opciones de Galicia para conseguir un metal en Río. Una lesión le apartó de tocar por segunda vez la gloria olímpica. El ferrolano besó la plata en Londres tras quedar entre los dos hermanos Brownlee, sus grandes rivales en su modalidad.

El sabor agridulce de Pekín se saldó cuatro años después. Gómez Noya se había quedado a las puertas del podio, un cajón que ya no se le escapó en la tierra de los Brownlee. El gallego disputó el oro al héroe local, cuajando una prueba de esas que hacen afición. Sólo la mala suerte le apartaron en estos Juegos de mejorar el botín cosechado en tierras británicas.

Támara Echegoyen era otra de las grandes aspirantes a conseguir la medalla en Río. La regatista fue una de las sorpresas en Londres al morder el oro en la extinta modalidad del match race. La pontevedresa supo reciclarse. Se adaptó a la perfección a la modalidad del 49er FX, donde conquistó el campeonato del mundo. Un mal comienzo en la medal race apartó a la gallega de repetir el éxito de Londres. Finalizó cuarta junto a la cántabra Berta Betanzos.

Sofía Toro era la compañera de Echegoyen en la modalidad de match race. Serían bautizadas, junto a la Asturias Ángela Pumariega, como las "Xiquitas" de oro. La desaparición de la modalidad en los Juegos celebrados en tierras británicas provocó que tomase otro camino en otra modalidad diferente como la clase Elliot.

Begoña Fernández cerró unos Juegos históricos para el deporte gallego en 2012. Galicia conseguía en la cita británica que hasta cuatro de sus deportistas se subiesen al podio olímpico. La viguesa, una de las mejores pivotes de este siglo, se colgó el bronce después de que ella y el resto de "guerras olímpicas" derrotasen en la final de consolación a Corea del Norte.

Carlos Pérez, "Perucho" y el catalán Craviotto cumplieron los pronósticos en los Juegos Olímpicos de Pekín. El cangués había finalizado sexto en Atenas, pero en 2008 la gloria olímpica no se le escaparía a esta pareja de policías. Se impusieron en el K-2 500 consolidando la importancia del piragüismo en la delegación española.

Cristian Toro ha sido el último gallego en colgarse una medalla olímpica. Recogió el testigo de Carlos Pérez "Perucho". Se convirtió en el compañero de Saúl Craviotto y lograron un oro en el K-2 200. El viveirense reconocía que "el camino no fue fácil". El palista, conocido a nivel televisivo por su participación en "Mujeres Hombres y Viceversa", es el undécimo deportista de la comunidad gallega que alcanza la gloria olímpica.

La vela, al igual que el piragüismo, ha sido uno de los fuertes del deporte gallego en los Juegos Olímpicos. Pekín fue otra cita exitosa. Fernándo Echávarri, que también formó parte de la legión gallega en Río, conquistó el oro en 2008. A pesar de haber nacido en Santander, el regatista se considera gallego de adopción.

Echávarri fue el patrón del barco español que acabó en primera posición en la clase Tornado. El premio, además, llegó con la que fue su pareja desde Sydney 2000, el también gallego Antón Paz. Ese día los dos vieron recompensado su trabajo de los últimos once años, más de una década que tenía como metáfora esa medalla de oro. Para la historia queda el homenaje de los dos regatistas dedicaron a las víctimas del accidente aéreo que se registró en Barajas solo un día antes. Eludieron pedir permiso, fabricaron unos brazaletes negros y los llevaron en el podio.

Fernando Romay fue uno de los primeros medallistas gallegos de la historia. El jugador de baloncesto, ahora comentarista de televisión, se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1984. Era uno de los grandes éxitos de la modalidad deportiva en la historia de España. Sólo la potente Estados Unidos pudo apartar del oro a esta selección que fue la precursora de los actuales "Golden Boys".

Luís Otero fue el primer en colgarse un metal olímpicos. Fue en los Juegos de Amberes de 1920 y lo hizo con la primera selección española de fútbol. El pontevedrés, que militó en el Celta y en el Deportivo, formó parte del primer once de la historia de la Roja, que en aquella cita olímpica se denominaría como "La Furia española". El rival había sido Dinamarca y el equipo nacional -en el que estaban, entre otros, Zamora y Pichichi- acabaría consiguiendo la medalla de plata. En ese combinado también estaba el vigués Moncho Gil.

El piragüismo daba sus primeras alegrías al deporte gallego a finales de los 70. El lucense conquistó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Montreal en el K-4 1.000 en el que también navegaban José Ramón López Díaz, Herminio Menéndez y José María Esteban Celorrio. Su gloria olímpica alcanzaría también la siguiente cita, que tendría lugar en Moscú. En este caso, Misioné obtenía el bronce en el K-2 1.000. En Los Ángeles el encargado de aportar otra medalla olímpica para el piragüismo gallego fue Enrique Míguez. El tudense se colgaba la plata tras una gran actuación en C-2 500 junto a Narciso Suárez Amador.